Por: Pedro D. Dávila-Jácome
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La presente tiene un sentimiento profundo de aflicción y a la vez cargada de esperanza para un hermano (MAJS) que resiste a la pandemia.
De pasadas certidumbres caminamos a inesperadas incertidumbres.
En un abrir y cerrar de ojos todo cambió a nuestro alrededor, la cotidianidad dejó de ser una regla y por ahora es una excepción. El abrazo caluroso se esfumó, la distancia imperó, y el temor nos envolvió.
Atrás quedan los recuerdos de momentos intensos, y abundantes. El diálogo en presencia con calidez quedó truncado.
Hoy la reflexión profunda y el valor de la familia es el que nos recoge. La solidaridad nunca se ha ido.
Dichosos quienes tenemos un pan diario, el calor del hogar permanente, y un cobijo que nos envuelve.
La tranquilidad de tener a la familia con salud y vida es incomparable, pero esta se va opacando cuando el nuevo huésped vino al acecho.
La incertidumbre nos alcanza y la incomunicación consume. Lo cierto es que la espiritualidad se apodera de nosotros.
Un trago amargo lleno de aflicción es el que nos domina; somos humanos, nos contamina.
La unidad y la esperanza se activan. Es la familia la que aúna fuerzas en deseo de que haya una pronta mejoría.
De todo corazón deseamos tu alivio. Que el dolor no te consuma y que sea la fortaleza, la perseverancia, y la fe inquebrantable la que te acompañen y hagas resistencia.
Son días tristes, pero seguimos en unidad conectados para que pronto regreses con tu altivez, generosidad y alegría.
Tu esposa, tus hijos, tu familia, te extraña; todos quienes te apreciamos, te acompañamos más que nunca en este difícil periplo.
Ni la distancia ni la incomunicación nos quitan la esperanza. Pronto volverás a estar junto a nosotros.
Que la templanza envuelva a los galenos que hoy cuidan de ti y la fortaleza no te abandone.
Que el tránsito por el cuadro ajedrezado de la vida, por ahora en este cuadro negro, sea siempre en equilibrio y la esperanza jamás desmaye.
¡Qué la fuerza nos acompañé!