Por: Lic. Gustavo Tuston
La microelectrónica, base de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, ha revolucionado el mundo de una manera, que las generaciones que nos antecedieron, apenas pudieron imaginar.
Estamos en el año 2021 y aunque no todas las personas tienen acceso a Internet, el porcentaje que sí lo tiene va creciendo exponencialmente, y más aún en el último año de pandemia.
Hoy en día, cualquier persona con un smartphone relativamente económico puede comprar, vender, separar una cita médica, comunicarse, tomar fotos, grabar audios, videos, acceder a un mundo ilimitado de información y, además, postear casi cualquier cosa.
Atrás se está quedando la tradición de comprar el periódico de papel para enterarse de las noticias, los periódicos virtuales han surgido con la misma rapidez que van desapareciendo, por su difícil sostenibilidad económica.
Y es que nos guste o no, los medios de comunicación en general obtienen sus ganancias de la venta de publicidad, terreno saturado por su alto número de oferentes, con tarifas que tienden a ser desvalorizadas por los anunciantes, a los que se suma un factor más: y es que desde el advenimiento de la comunicación 2.0, cada persona suscrita a una red social se ha convertido en un medio de comunicación con potencial comercial.
Así, un ciudadano común dotado con un smartphone con acceso a Internet puede promocionar de manera gratuita (también hay la opción pagada con muchos más beneficios) y prácticamente ilimitada, productos, servicios y hasta propaganda política. Así, podemos ver a personas que, sin necesidad de tener mayor conocimiento o destrezas, pero con carisma y un innato magnetismo, tienen una increíble cantidad de seguidores que observan sus publicaciones.
En estos últimos meses y particularmente en nuestro país, esta herramienta ha sido sumamente útil para los nuevos y pequeños emprendimientos que no tienen mayores recursos y requieren darse a conocer, lo cual es positivo para ellos, pero va en desmedro de las ganancias que, en otrora, habría recibido una imprenta, un programa de radio o los anuncios clasificados de los periódicos.
En ese contexto, la comunicación social enfrenta dos retos que van de la mano: la sostenibilidad económica, sin perder su esencia proactiva de servicio.
Si bien las facilidades tecnológicas han permitido a muchos comunicadores sociales cumplir su sueño de tener su propio medio de comunicación digital, el primer reto radica en generar los réditos suficientes que permitan invertir en equipamiento y personal para hacer un trabajo de calidad.
Los periódicos digitales que hoy entregan su contenido sin costo para sus seguidores, con el tiempo, deberán generar contenido exclusivo y enfocarse en públicos objetivos hiper específicos, para lograr suscripciones que permitan los ingresos para su financiamiento.
Adicionalmente, la comunicación y, especialmente, la rama del periodismo, no debe perder de vista una de sus misiones fundamentales, que es formular una propuesta que motive un cambio de paradigma y una nueva visión en la sociedad.
Como podemos ver, los retos de la comunicación en la presente década generan un amplio espectro de reflexión y análisis, sobre todo, para quienes ejercen el noble oficio del periodismo que oscila en el péndulo de la complejidad.