– ¡Qué barbaridad, compadre Indiscreto! ¿Supo lo que se ha roto el puente en el Paseo Turístico?
– Oiga, no compadre Ulbio; ni me he enterado. A ver cuente, cuente.
– ¡Qué raro que no se haya enterado compadre! Usted que siempre está en todas y no se le pasa ni una.
– Pues, para que vea que uno no es infalible; uno también es humano. Pero, cuente. ¿Cómo estuvo ese asunto?
– El hecho es que el domingo por la tarde, ya según dicen, unos jóvenes han estado saltando sobre el puente colgante del Paseo Turístico del río Puyo ocasionando que se rompa uno de los cables que lo sostiene…
– ¡¿En seriooo?! ¡Chuta! ¡¿Y qué les ha pasado a los jóvenes?!
– No solo a los jóvenes, sino a todas las personas que ese rato han estado cruzando. El caso es que se vira el puente y la gente cae al agua. En total ocho personas han resultado heridas y otro tanto golpeadas.
– ¡Cómo puede suceder eso, compadre! ¡Qué descuido de las autoridades! Por no dar el mantenimiento oportuno, cambiar a tiempo los cables si ya están deteriorados.
– Sí, y no esperar a que haya desgracias para salir a decir que dizque ya estaba en los planes la construcción de un puente nuevo.
– ¡Ah, sí, claro! En planes, en planes. ¡¿En qué planes?! A ver, que muestren el proyecto. Así una nueva obra esté en ejecución se le debe dar mantenimiento a la vieja, me refiero a la obra antigua, no pensará mal, ya que esta continúa en uso hasta que esté la nueva lista.
– Claro pues, compadre. O sea que porque ya se tiene “pensado” hacer un puente nuevo nos descuidamos del viejo y la gente que lo sigue utilizando que corra nomás el riesgo.
– Tiene razón, compadrito; todo lo que no se da mantenimiento al final termina rompiéndose.
– Así es también en el matrimonio y en la política.
– Otra vez tiene razón, compadre; y una vez que se rompe difícil es volverlo a unir. Así también de manera abrupta fue como se rompió el diálogo con los Pachakutik, de tal forma que ahora ellos no quieren saber nada del Oz…
– No quieren verlo ni en pintura, jeje.
– Así también se rompieron los lazos de amistad con varias personas, sobre todo ex asesores y directores departamentales, quienes fueron despedidos…
– Y ahora tampoco lo pueden ver ni en pintura, jeje.
– Por otro lado, hay también quienes dicen que ya se cayó su reelección en la que tanto andaba afanado, porque ya es cadáver enterrado.
– Pero, yo escuché que más bien va para Prefecto… ¡Y por la 61!… O será para alcalde mismo…
– Pero no es nada de fiar; porque la 61 la vez pasada mismo primero lo recibió, luego lo devolvió y lo dejó colgado como el puente caído de oreja; hasta que los Pachakutik lo recogieron, lo llevaron al poder y al final les pagó mal.
– Yo cuando lo vi que acudió a ver el puente caído dije mala suerte je je, esto es premonición, es como ver gato negro que se cruza y uno dice ya se jodió…
– Esto me recuerda una anécdota que sucedió en un pueblo muy parecido a éste.
– A ver, a ver; cuente, cuente…
– Resulta que era un pueblo donde las mujeres eran muy infieles, a tal punto que el sacerdote ya estaba harto que a diario se acercaran las señoras al confesionario a darle a conocer sus cochinadas.
– ¿Y qué pasó entonces?
– Así que un día en misa el padrecito les advirtió que no quería volver a escuchar que una esposa le ha cuerneado a su esposo; si alguien quería confesar una infidelidad cometida, debía simplemente decir: “Acúseme padrecito que me caí del puente”.
– ¡¿En serio?!
– Sí, compadre. Así que todo el mundo en el pueblo se acostumbró a asociar la caída del puente con la infidelidad.
– Como quien dice, se puso de moda.
– Así es, compadre. Pero resulta que el curita se jubiló y llegó un nuevo cura que no estaba enterado de aquella moda. Así que las mujeres iban a confesarse constantemente por haberse caído del puente y el sacerdote no entendía cómo la gente creía que tales accidentes fueran pecado.
– ¿Y entonces qué pasó?
– Que el curita fue a solicitarle al alcalde que por favor haga arreglar de una vez ese bendito puente porque la gente se cae a diario…
– ¿Y qué hizo el alcalde?
– Pues, como era de esperarse, el alcalde se echó a reír como loco.
– ¿Y qué dijo el curita?
– El cura sólo atinó a decir: “No se ría tanto, señor alcalde, que su mujer es de las que más se cae”.