Por: Pedro D. Dávila Jácome
Hace un mes, un 15oct22, recibí con algarabía su llegada a este mundo: Eliette Daniela (23:20) y Ema Fernanda (23:23), después de 36.5 semanas de larga espera.
El primer desvelo, marcó el inicio de ese sentimiento infinito, desbordante e inexplicable, que ahora da más razón a la existencia.
El no poder conocerlas apenas vieron la luz, entre la emergencia y sus primeros sollozos, envolvió de tristeza la siguiente espera.
Después de varios días de incertidumbre, regresó la alegría, partimos juntos a casa, envueltos entre lágrimas y risas.
Hoy las noches son cortas y extenuantes. Entre biberones y pañales. El nuevo oficio da nuevas habilidades y destrezas. El cansancio se convierte en energía porque se confunde en el amor infinito.
Seguro no seré un padre perfecto; ni existe manual para el efecto, pero tallaré el mejor trabajo en ustedes, con la esperanza de que hagan de este mundo un mejor lugar para vivir.
Anhelo ser su superhéroe y cumplir con este mandato iniciático de buen padre: “Haz que tus hijos te obedezcan en su niñez, te amen en su juventud y te respeten hasta la muerte”.
Aspiro que la salud y la humildad las cobijen a cada paso. No las quiero exitosas, las quiero íntegras. No las quiero perfectas, las quiero alegres y felices. Seguras de sí. Prudentes y tolerantes. En equilibrio constante. Siempre generosas.
Cuidaré de ustedes hasta el final de mis días. Nuevos propósitos perseguiremos y cuando así lo demande rectificaremos juntos la obra que ahora estamos edificando. Déjenme ser su confidente y amigo.
En nosotros la fuerza y en Dios la esperanza. Que sea el amor el que guíe nuestros pasos. Y la vida la que nos recompense.
Con amor
PAPÁ
16nov22 – 04:30am