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TURISMO A LA INSEGURIDAD

por Andres Ortega

Por: Guido Calderón

Las bandas que exterminan por docenas y con machetes a sus compañeros de oficio encarcelados, suman miles de personas, tantas como para aterrorizar a la mayoría de la Costa Ecuatoriana y principales ciudades andinas, urbes que dominan a alta velocidad, en cuanto entendieron, que los policías no usan su armamento porque los jueces los condenan a la cárcel cuando disparan a un delincuente.

El último paro indígena sepultó la autoridad policial y dio luz verde a todo tipo de delincuencia que se siente en libertad de asaltar y asesinar. Pero estos miles de delincuentes no se forjaron a partir de la barbarie comunitaria, ya estaban actuando con recato y a la sombra, el paro solo les envalentonó.

¿De dónde aparecen tantos delincuentes? La mayoría muy jóvenes, dispuestos a morir y a matar sin pensarlo.  ¿Quiénes los educaron cuando fueron niños? ¿Qué noticieros escucharon? ¿Cuáles personajes les inspiraron? Todos quienes tuvimos contacto con estos muchachos, directa o indirectamente, somos responsables de su malformación.

Principalmente quienes les mintieron que solo tienen derechos y no obligaciones. Los padres que quitaron autoridad a los profesores. Los burócratas que eliminaron la ética y moral del pensum de estudios. Los periodistas que llenan los medios de crónica roja y los anestesiaron ante la sangre y la muerte. Los analistas que descuartizan la palabra. Quienes les catequizaron que solo los ricos pagan impuestos. Los informales que les mostraron el camino a la ilegalidad.

Este tsunami delictivo no se formó de un momento a otro. Demoró 15 años convencerles que los ricos son malas personas. Que los empresarios tienen que pagar y callar. Que los industriales son explotadores. Que hay que robar bien. Que la obra pública es para enriquecerse. Que los cargos públicos se compran. Que si las coimas son legítimas también la vacunas.

Las cárceles no son la solución. Reeducarles puede ser tarde y las leyes para frenarlos no vendrán, porque los hacedores de leyes prefieren darles a ellos el poder, que a quien ganó las elecciones. / GC

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