– Hola compa… ¡Ele! ¡¿Qué’s pues?! No, no, no. Creo que ahora sí, definitivamente, se volvió loco, compadre Indiscreto. ¡¿Qué son esos ridículos cachivaches que se ha puesto?!
– ¡Nada de ridículos cachivaches, compadre Ulbio! Este es mi traje de adivino, que me heredó mi tío bisabuelo Paestafar de Parakistán.
– ¡Ah, chuta! Bueno, como usted es de variopinto linaje, ahora resulta que ha sido hasta pariente de la bella genio.
– Vaya pues, con mi compadre ignaro; soy adivino, no genio. Los genios son los que nos gobiernan y nos tienen jodidos.
– Pero, a ver, ¿cómo le hace para adivinar?
– ¿No se ha fijado, compadre, que también tengo una bola de cristal?
– Ahhh… ¡¿En esa canica grandota usted ve lo que va a pasar?!
– ¡¿Canica?! ¡No sea tan canijo compadre! Esta es la esfera que permite ver más allá de lo evidente.
– ¡Ahhh! Como los thundercats. Y, ¿en esa bola puede usted ver el futuro?
– No solamente el futuro, compadre; también el pasado pretérito pluscuamperfecto, y todo lo que está oculto para el común de los mortales.
– Ya, ya. A ver, hagamos una prueba: adivine algo mío.
– ¡Pues, claro compadre! Tomemos asiento y empecemos. A ver, a ver; mmm… ¡Ajá! Aquí dice que usted tiene dos hijos.
– ¡Uuuuu! Se ve que esa bola está descompuesta; porque yo tengo tres hijos.
– Eso es lo que cree usted, o lo que le han hecho creer. ¿Acaso me va a decir que el negrito también es hijo suyo?
– No sea así, compadre; en toda familia hay algunito que se pasa de tueste. ¿Y qué más ve?
– Veo que usted es un pendejo.
– ¡¿Eso también lo vio en la bola de cristal?!
– No. Para eso no hace falta una bola de cristal; eso se le nota a leguas en la cara.
– ¡Ya pues, compadre! Yo estoy hablando en serio.
– Por eso digo que mejor me dedico a adivinar cosas serias, en lugar de su banal e intrascendente existencia. Por ejemplo, estoy tratando de adivinar a cuál de las cinco directivas noboístas que han aparecido en nuestra provincia va a reconocer Noboa, o qué es lo que va a hacer con tanto noboísta que de pronto ha emergido de no se sabe dónde.
– Eso sí es verdad; han surgido noboístas de las entrañas de la tierra como por arte de magia. ¿A qué se deberá ese fenómeno?
– Yo creo, compadre, que se trata del fenómeno Ricky Martin.
– ¡¿Fenómeno Ricky Martin?! ¡¿Qué clase de fenómeno es ese?!
– Es que Ricky Martin alguna vez fue el ídolo de las chicas adolescentes, hasta que un día echó la vergüenza a un lado y decidió salir del closed.
– Y… ¿Eso qué tiene que ver con que de pronto hayan aparecido tantos noboístas?
– A lo mejor, en realidad, aquí siempre ha habido muchos noboístas; lo que pasa es que estaban ocultos, camuflados, fingiendo ser de otra tendencia. Hasta que un día:… ¡Decidieron salirse del armario y gritarlo a los cuatro vientos!
– ¡Ta-ra-ta-tá!
– Así mismito, compadre. Por eso ahora hay que tratar de adivinar a cuál sede o a cuál directiva mismo va a reconocer el Noboa junior.
– Y a cuál de ellos va a nombrar gobernador si es que gana.
– Mmm, para eso, creo que le va a tocar hacer un “de tin Marín de don Pingüé…”
– “Cúcara mácara títere fue”.
– No, el títere fue otrito que conozco pero no quiero decir su nombre, y que también acabó siendo gobernador.
– Oiga compadre, yo también quiero ser adivino.
– No hay problema, compadre, yo le enseño; pero primero tiene que prestarme quinientos dólares.
– Es que, después usted no me ha de pagar…
– ¡¿No ve, compadre?! Ya está aprendiendo a adivinar.