Por: Pedro Dávila-Jácome
pdavilaj@gmail.com
¿Un año más de vida? o ¿Uno menos de aquella? Es el ciclo anual de la existencia, un momento especial de profunda reflexión. Hoy estoy aquí y mañana no lo sé.
Respuestas múltiples, a la vez, muchos cuestionamientos en la retrospectiva de lo recorrido. Una oportunidad de reminiscencia, para dar cabida al estado de permanente cambio y transformación del ser humano.
El 20 y 21 de junio, inició el solsticio de invierno, que desde la cosmogonía y lo cultural, se presenta como propicio para la renovación de energía y la iluminación. Un cambio de ciclo agrícola. Desde nuestro lado, el denominado Inti Raymi o fiesta del sol en el hemisferio sur, se cimenta en la gratitud de la cosecha y la producción.
El tránsito de la vida se equilibra entre días que son luceros incandescentes con algarabías o alegrías y, otros con variopintos matices, que se consumen en la nostalgia o la tristeza. A veces en la desilusión. Es la búsqueda del justo medio, la respuesta prudente a los posibles avatares de la existencia y, el gozo moderado de lo dulce de la vida.
Somos instantes … somos momentos, somos errantes, seres no perfectos, ni salvadores ni elegidos, de carne y hueso, con conciencia y razón, envueltos entre sentimientos. Somos seres humanos…
Profesar que la felicidad es una actitud mental a practicar, es el compromiso de disfrutar cada día, con los altos y bajos, con tragos dulces y amargos, para inyectar una nueva sinergia en el transitar. No obstante, es claro ser una difícil tarea a ejecutar, que va más allá de lo actitudinal.
Estamos contados minutos por aquí, somos de paso nada más. Somos instantes … No somos eternos, pero podemos dejar nuestra huella. Una impronta, tal vez no un legado, sí una esencia. Solidaridad nos hace falta. El desconocer las batallas que lidian día a día nuestros semejantes, nos hace menos humanos, perder la empatía que necesitamos. No siempre es el mejor de los días, y en lo fugaz de la permanencia, es la práctica de las buenas acciones la que da sentido a la existencia.
La vida se mide desde lo interior. Desde lo que puedo dar y hacer sentir al otro, para vibrar en el poder de la actitud positiva, que nos lleva a vivir en paz, con más salud y mejores relaciones, con alegría. Una vida libre de pasiones, sin egoísmo, sin narcisismo ni arrogancia, sin hipocresía, con humildad y bondad en la extensión de la palabra, que provoque en mi interior, una trascendencia permanente, porque al final del túnel somos instantes…
Nunca es tarde para liberar una sonrisa, un abrazo con calidez, una palabra sincera que nos aliente, que nos reconforte, un gesto de caridad bien intencionado. Practicar el perdón interior para liberarnos. Por qué cada día es una nueva oportunidad de renacer. De rectificar. De reiniciar. Por qué no somos perfectos, somos instantes…