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¿Radio del ánimo o del desánimo?

por Andres Ortega

—¡Buenos días, compadre Ulbio! ¿A dónde madruga con ese artefacto que parece salido del museo de los fracasos tecnológicos? ¡Esa radio tiene más polvo que la tumba de mi tatarabuela!

—¡Viejos sus calzones, compadre Indiscreto! ¡Esta belleza funciona mejor que su memoria después de tres copas de chicha!

—¿Y cómo funciona? ¿A carbón o a kerosene? O… ¿Acaso hay que darle manivela?

—¡Usted qué va a saber de obras de arte como esta! ¡Si ésta es una reliquia coleccionable! Y voy a la prefectura, a ofrecérsela al señor prefecto.

—¿Coleccionable? Ja, ja, ja. ¡Si hasta el botón del volumen parece tapa de olla! ¿Y para qué el prefecto querría un trasto como ése? ¿Para decorar su sala de torturas… digo, de reuniones?

—Me han dicho que quiere una radio para levantarse con ánimo; una clásica, elegante… ¡como para escuchar pasillos y noticias que no le revienten el hígado!

—¡Ayyy, compadre, usted sí que es una joya, pero en bruto! El prefecto no quiere un receptor de radio… ¡quiere una emisora! Así como el municipio tiene la suya. Donde pueda difundir todo lo que hace, sin tener que depender de la pauta de los medios de comunicación y también para hacerle la contra a quienes tanto lo critican.

—¿Y eso qué es? ¿Una radio que habla sola o qué? ¡Si aquí en mi casa ya tengo una de esas! Es mi mujer cuando me reclama por llegar borracho…

—No, compadre. Se trata de montar una radio pública. ¡Para que el prefecto hable de lo que él quiere oír, sin que lo interrumpan los periodistas… o la realidad! ¿Sabe?

—¡Ah, ya entiendo! Para que los “vacunadores con micrófono” no le chupen la pauta y después lo critiquen como si fuera receta de suegra: amarga y repetitiva.

—Exacto. Pero el problema es el nombre: “Radio Ánimo Pastaza”. ¡Más originalidad tiene mi sopa de lentejas!

—¿Y por qué no le ponen “Radio Salsa para el Alma”?

—Porque la salsa tiende a caducarse, y a lo mejor después la cambian por “reggaetón para el espíritu”, y ahí sí que se jode la cosa.

—¿Y “La Voz del Ánimo”?

—Porque eso mismo es lo que critica la gente, que ánimo para arriba, ánimo para abajo y ánimo por todos lados. ¡Tanto ánimo ya nos tiene aburridos! Y mejor produce desánimo.

—Bueno, eso sí. Pero, ¿qué dice el prefecto ante la oposición al nombre?

—Lo que ha dicho es que el nombre ya está decidido, que cualquier observación tenía que darse en primer debate; ahora la ordenanza ya ha pasado el primer debate y ya no se puede hacer nada. Que el “Ánimo Pastaza” no es un eslogan político, sino una marca de identidad de la provincia. Ojalá tanto ánimo no termine en sueños frustrados.

—¡Chuta! Como quien dice, se exasperaron los ánimos de la gente.

—Así es, como usted dice, se caldearon los ánimos y no se sabe en qué va a parar tanto ánimo, si en más ánimo o en desánimo.

—Me voy no más compadre, con todo el desánimo a guardar mi aparatito en la casa, yo que iba con todo el ánimo a ofrecerle al señor prefecto, usted ya me ha dejado con el ánimo por el piso.

—Vaya nomás compadre, con su aparato más viejo que el dueño; que, hasta su mujercita, estoy seguro que hace tiempo ya se consiguió un aparato más joven, digo más nuevo; je, je.

—¿Y ahora? ¿Qué es lo que está tratando de querer insinuar…?

—¿Yooo? ¡Nada pues! Pero tendrá cuidado, porque su “pior es nada” no ha de estar esperando que llegue la radio del ánimo para levantar su ánimo, a lo mejor ya le están levantando el ánimo por otros lados.

—¡Usted siempre con sus intrigas, compadre Indiscreto! ¡Y sí que es bien indiscreto mismo!

—Tranquilo, compadre. No se me exaspere esos ánimos.

—Es que usted está peor que vacunador con micrófono. ¿Verá que yo no tengo para pagar la pauta?

—¡Qué va a tener para pagar la pauta, si ni siquiera tiene para comprarse un radio nuevo! Pero no se desanime, compadre; que cuando empiece a transmitir la radio del ánimo nos vamos a poner a bailar en chulla pata.

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