– ¡AAAAAAH, compadre Ulbio! ¿Qué hace? ¡Arriba las manos!… Je, je… ¡Esto es un asalto… pero de bromita nomás!
– ¡Ay, chuta, compadre Indiscreto! ¡Casi me da un infarto! ¿Por qué viene de esa manera? Con la que está cayendo, uno ya hasta saluda con la mano en la cartera.
– Pero, ¿por qué se asusta, compadre? Jeje. ¿Anda con los nervios como flauta? Tranquilo, que yo soy de los buenos.
– ¡Pues claro! Con tanta balacera y muertos que aparecen como si fueran promociones del Día del Padre, uno ya no sabe si rezar o salir corriendo. ¿En dónde quedó la paz de nuestra provincia?
– Tiene toda la boca llena de razón, compadre. Nuestra otrora franciscana ciudad ya no es la misma. Pero no se alarme, que a la gente de paz no le pasa nada. Esto es como el canal de National Geographic: caníbales que solo se comen entre ellos.
– ¡Qué va, compadre! Ahora hasta en el parque, en pleno día y con los niños en los columpios, sueltan tiros como si estuvieran en el estreno de una película. ¡No respetan ni el «¡Prohibido disparar a los patos!»! ¡¿En qué barco pirata nos subimos?!
– Es verdad, compadre. ¿Quién iba a decir que veríamos estas cosas en nuestra linda tierra? Pero, ojo, le repito: esa víctima era un extranjero que se quiso cambiar de banda sin leer el contrato. Por eso le dieron vacaciones… permanentes.
– ¡Peor todavía! Ahora los cuerpos los reparten como piezas de rompecabezas. Uno sin cabeza, la cabeza en otro barrio… Parece película de Stallone, no vida real. ¡¿Cómo no vamos a tener los nervios de punta?!
– Según dicen, esos muchachos eran los que le dieron el ‘vire’ al del parque. Entonces los de su banda se pusieron sentimentales y les dieron su merecido. Y así siguen, como en un telenovela con muy mal final. Quien se arrima a la huesuda, acaba sin fiesta.
– Y lo peor es que de esto nadie dice nada. Solo nuestro señor Gobernador, solito como un héroe, corre de aquí para allá: reunión por aquí, rueda de prensa por allá… ¡Parece que tiene patines invisibles!
– Pobre gobernador… Le ha tocado bailar con la más fea, como dicen. Pero ahí lo tiene, con sus brazotes de Popeye y su espada de juguete, diciendo: “Tranquilo, pueblo, que aquí estoy yo. Redoblaremos los operativos… ¡y más patrullas que aplauden!”. ¡Casi me lo creo!
– Y las autoridades que antes decían que Pastaza era el paraíso de la seguridad, ahora no dicen ni pío. Metieron la cabeza como avestruz… ¡Pero se les ve el trasero!
– Pero, como dice el Gober: “Son casos aislados, compadre. Conflictos entre bandas”. O sea, entre ellos se matan… como en el Fortnite, pero en la vida real y sin revivir.
– ¡No se confíe, compadre! Ahora hasta circula una lista negra con los nombres de las próximas víctimas. Dicen que algunos son gente conocida y querida… ¡Hasta el karaoke del barrio está en riesgo!
– No, compadre, no sea alarmista. ¿Lista negra? ¡Eso es como el menú del día! Todo es estrategia de ellos para asustarnos y que les dejemos el camino libre. Entre usted y yo… ¿quién va a creer en listas si ni la de mercado completamos?
– O sea, ¿entonces no es verdad lo de la lista?
– La lista es entre ellos, compadre. Quien se meta a bailar con la muerte, que no espere vallenatos. Usted no anda en drogas, ni lavando dinero… a menos que me tenga guardada una sorpresita por ahí. ¿Eh? Jeje.
– De todos modos, mejor prevenir: nada de amanecederos, ni andar de noche como vampiro sin permiso. Mejor en casa, viendo la Rosa de Guadalupe… pe… pero con las puertas trancadas.
– Exacto, compadre. La seguridad empieza por uno. Y no le eche la culpa al Gober… que ya bastante hace con posar para las fotos con uniforme de campaña.
– Listo, compadre. Le creo… por ahora. Pero la próxima no me asuste así, que lo paso a la lista negra… de mis compadres favoritos. ¡Jeje! Cuídese.