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HACIA UNA REVOLUCIÓN ÉTICA

por Andres Ortega

La mayor parte del tiempo el debate político gira en torno a los temas institucionales y legislativos, pues se cree que para solucionar los problemas de la sociedad son suficientes los cambios institucionales o normativos. Sin embargo, al constatar la realidad nos damos cuenta que a pesar de que se modifique una ley o decreto, la crisis social en la que vivimos continúa profundizándose. Todo indica que el problema social es mucho más profundo.

  Los males sociales siempre están presentes en nuestra consciencia colectiva: corrupción, desigualdad y pobreza, falta de empleo y oportunidades, violencia en todos sus aspectos, crisis ecológica, falta de identidad y sentido de pertenencia. En ocasiones estos males resultan en una creciente indignación ciudadana y exigencia de cambios, pero en otros momentos predomina la indiferencia y el cinismo, la pérdida de confianza en que las cosas pueden cambiar.

  En esos momentos nos damos cuenta de que la sociedad tiene una enfermedad, y que si bien algunos síntomas de esta enfermedad pueden curarse con acciones políticas, la enfermedad como tal no desaparecerá con medidas superficiales. Para sanar de verdad nuestra sociedad, necesitamos una verdadera revolución ética, un cambio profundo en los valores e ideas que guían nuestras acciones individuales y colectivas. Entender que la transformación solo será verdadera cuando sea personal y social al mismo tiempo.

 Un nuevo modelo social, político y económico tiene que estar asentado en la ética como elemento unificador. Frente a una civilización decadente que promueve el individualismo a ultranza y la idea pesimista de que el “hombre es el lobo del hombre”, necesitamos volver a nuestros valores comunes, a un nuevo entendimiento de la naturaleza humana y que para vivir en sociedad debemos aceptar que todos somos iguales en dignidad y que el otro no es mi enemigo aunque se vea o piense distinto.

 Cuando hay divorcio de la ética con la política surge la corrupción. Cuando hay divorcio de la ética con la economía surge la explotación y crisis, no solo del hombre sino también del planeta. Por eso la revolución ética es un camino para cambiar la forma de pensar y percibirnos a nosotros mismos y a los demás. Un cambio profundo en la manera de relacionarnos unos con otros, poniendo como política y fundamento de nuestra sociedad la regla de oro “trata a los demás como quisieras que te traten”.

  Con solo aplicar esta regla nuestra sociedad daría un salto evolutivo gigantesco. Entenderíamos el sentido de vivir en comunidad y recuperaríamos nuestra humanidad. Creo que solo una revolución ética puede generar un cambio duradero y a largo plazo, para que logremos lo que todos queremos a la final, un mundo mejor.

Lic. André Granda

Politólogo

dregranda@gmail.com

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