El Kamari Ista es la fiesta tradicional más grande de la amazonía ecuatoriana que reúne en veintisiete días múltiples ceremonias milenarias e intercambios recíprocos entre los miembros de la comunidad en la parroquia Canelos de la provincia de Pastaza, KAMARI ISTA, la fiesta de la abundancia.
El vivir junto a la selva, o mejor dicho, fundido en ella, me recuerda siempre que la tierra es nuestra dueña, nuestra protectora y que Pacha Mama es el nombre que puedo repetirlo con orgullo como símbolo de armonía de los pueblos originarios de la Amazonía Ecuatoriana. Aquí vivimos junto al sol, el viento y el agua, veneran las bondades de la madre naturaleza, son testigos de grandes epopeyas y sobre todo, perseveran en la tradición de los abuelos y convierten lo ancestral, en eterno.
Como privilegiado que he combinado entre la selva y la ciudad. Un suspiro de una tarde cualquiera me remonta a la lluvia de vacaciones en la selva, especialmente en Canelos y Pakayaku, junto al río abrazador de vida en la interminable serpentina que cobija pueblos de la nacionalidad kichwa. El Bobonaza fue el principio y fin de mis caminatas por la selva; allí, mientras pescaba retomaba fuerzas para el viaje de regreso por los senderos de los árboles, maleza y pantanos como parte del paisaje más exótico que un ser humano pueda imaginarse.
Soy Wagner Yamandú Tello Alarcón, mishu y awallakta al mismo tiempo, por mestizo y por foráneo, descendiente de Moisés Tello Aragón a quien su madre, mi abuela, fue a parirlo en Pakayaku, comunidad indígena kichwa a orillas del Bobonaza y de mi Reina Madre Ruth Alarcón, hermosa como su bondad; de ojos salpicados por todas las tonalidades del verde amazónico, piel blanca como la niebla de la sacha mama y de casi todas las mañana de mi Puyo.
Los abuelos de mi padre fueron incansables aventureros de la selva. Abraham Aragón, en su vida de comerciante, conocía cada curva de los ríos Curaray, Bobonaza, Santiago y Pastaza; no le era extraño el Gran Marañón ni el Amazonas. En uno de sus incontables viajes, río abajo, se detuvo en Iquitos, realizó las tareas de todo navegante y prosiguió, rio abajo por el Amazonas, hasta llegar a Manaos donde tuvo la mejor sorpresa de su vida: conocer a María Granda, quien en aquella fecha, jamás se habría imaginado que años más tarde jugaría hasta el cansancio con quien escribe estas letras.
De Canelos, en el alto Bobonaza, las mejores remembranzas; es la esencia de mis años y distintivo indeleble de mi personalidad, forma parte de la nacionalidad kichwa, una de las 7 existentes en Pastaza, lo que la configura como la provincia más rica en cultura de nuestro país. Pastaza es poseedora también de la mayor cantidad de agua dulce no contaminada y es una de las zonas de mayor pluviosidad del mundo. Una buena parte de su territorio está en el Parque Nacional Yasuní.
Hoy Canelos es un Pueblo Kichwa hablante, amalgamado de costumbres que lo hacen diferente a otros pueblos Kichwas del Ecuador; el kamari ista es parte de la exuberancia de sus tradiciones, es la fiesta de la abundancia, con muchos detalles de los raudales filosóficos amazónicos que se engrandecen en el agradecimiento a la tierra, en la comunión sagrada de unidad de lo humano y lo divino, en el compartir la esencia de otros pueblos.
Al kamari como fiesta de la generosidad, del regalo, obsequio u ofrenda, la parroquia Canelos le ha dado otra connotación, es el sinónimo de la fiesta tradicional más importante, el kamari ista o niñu ista.
Esta celebración desde su preparación dura 27 días, es la suma de solemnidades importantes, es la fiesta del compromiso y por lo mismo, de respeto, de la observación y acatamiento que permite la perennidad de sus costumbres y tradiciones. Esta que también es la fiesta de la abundancia lo celebran también varias comunidades de la cuenca del Bobonaza con la misma reverencia, parecidas ceremonias e iguales usanzas y ritos.
Nada es improvisado, los preparativos para la fiesta se inician con el último número de la fiesta que termina, un año antes. Los ista amu son los priostes principales, los dueños de la próxima fiesta, de la convocatoria al nuevo encuentro; lo conforman dos casas fiesteras, la warmi ista y kari ista, a ellos se suman las cuatro casas de los lanciros y por ultimo con menos actividad la del tambunero.
El kamari ista se me impregnó desde niño, no es una fiesta convencional, veía las muy frecuentes visitas de antropólogos, viajeros y escritores, será por esto que ahora, ya en mis años, los últimos 7 he asistido a todas. Un poco de nostalgia me acomete al constatar que el uku manda “desde adentro”, no es como la vivieron mis abuelos, ni la ista conserva todo el caudal de prácticas ancestrales.
Comprometido con mi pasión iré desarrollando una a uno los veintisiete días del KAMARI ISTA, la fiesta de la abundancia.