Por: Punta de Lápiz
En estos tiempos, en todo el mundo, nos está afligiendo la destrucción, la enfermedad, la muerte…
Y ya es hora de comenzar a abrir nuestros sentidos para ver, mirar, oír, sentir y sintonizarnos con todo lo que nos rodea. Debemos de dejar de ser meros espectadores y unirnos como seres vivientes al inconmensurable Universo.
La sequía nos habla, pero no la escuchamos; tampoco escuchamos el lenguaje de la lluvia; los árboles, los insectos, los animales nos gritan por cada actitud e inferencia que tomamos. Somos ciegos, indolentes, necios; pero tan hábiles para echar la culpa al otro. Definitivamente no estamos, -pese a los millones de años- preparados a convivir con esta Tierra.
En nuestra Patria, Tierra Sagrada, sea Costa, Sierra, Amazonia o Galápagos, cada año, nuestra cotidianidad se pone patas arriba. Si llueve – y la lluvia es una bendición- arrasa con todo a su paso, rápido y expedito; sea calle, carretera, puente, o la casita del más pobre. Los animalitos criados con tanto sacrificio, mueren irremediablemente. No se diga de los cultivos anegados.
En nuestra desesperación, comenzamos a buscar culpables, comenzando desde Dios preguntándole “porqué nos castiga”, pero también emergen los ‘redentores’ con floridas promesas ¿Solución? Únicamente atención de emergencias por grupos de socorro y pare de contar…hasta el próximo invierno o calamidad.
Nunca aprendemos de nuestros errores, todo improvisamos, todo se repite una y otra vez. Para colmo en la última ‘década ganada’, surgió una recua de personajes, que cual sanguijuelas se ‘chuparon’ los recursos económicos que podían haber menguado en algo el sufrimiento de seres humanos de pueblos enteros, que fueron agobiados por algunas catástrofes, como el ultimo terremoto.
Todas estas tragedias, siempre existe un factor común: Somos nosotros quienes vivimos talando bosques enteros; envenenamos los ríos con desperdicios mineros; desviamos cauces para construir hidroeléctricas. Todo para engrosar las chequeras de unos pocos…y con la sórdida aquiescencia de autoridades que fungen representar al pueblo. Y quieren cubrir con desparpajo su responsabilidad, acudiendo presurosas en auxilio o declarando emergencias, y, lo más roñoso, culpando a las inclemencias del tiempo. ¿Cuándo fueron visibles para impedir, prevenir u oponerse a los descalabros causados en la Naturaleza?
Por años nos afectó el virus contagioso de la ‘corrupción correista’ y apenas hemos avanzado para librarnos de este mal. Ahora nos ha llegado el coronavirus y los podrá a prueba. Veamos cómo nuestras autoridades nos libran o protegen de este mal.
Por lo pronto, esperemos que el call center 171, la ‘telemedicina’ y el tan publicitado ‘bailecito de enfermeras’ con su estribillo pegajoso de “…muere bacteria, muere” sean suficientes…