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La estupidez también es vitalicia

por Andres Ortega

– ¡Qué tal compadre! ¿Cómo le va en estos días ahora que ya tenemos leyes solidarias y humanitarias?

– ¡Va compadre! Aquí el único que ya ha de haber recibido su apoyo solidario ha de ser el Henry.

– Ah; pero dice que así se va a lograr que se les quite el sueldo vitalicio a los expresidentes y vicepresidentes.

– ¡Vaya, compadre! ¡De ganita me va a matar de iras! Agradezca que por Zoom no vale darle coscachos. Aunque legítimamente se ha echado del cargo a varios ex mandatarios, dígame usted, legalmente… ¡¿Cuál de ellos ha sido destituido o sentenciado por “corrupción”?!

– Pues, creo que ninguno.

– Exacto, compadre, si hasta a Mahuad ya están buscando la forma de perdonarle después de lo que nos hizo. Y ahora este señor, que dice ser “abogado del pueblo”, viene a insultar nuestra inteligencia hablando tamañas papanateces.

– Sí pues, ahí se han de pasar años y años en procesos judiciales para determinar si fue mismo destituido por corrupción o no y mientras tanto seguirán cobrando su sueldo vitalicio.

– ¡No ve compadre! ¡Usted si piensa cuando hace un esfuerzo! Ellos nunca perderán mientras tengan a su servicio políticos mediocres que los protejan. Aquí el único perdedor es el pueblo trabajador y sufrido.

– Además, compadre, ni siquiera han de aprobar eso; han de seguir dándole largas hasta que la gente se olvide, como hacen siempre.

– Sigue teniendo toda la razón compadre… ¡Me admira! Hasta creo que ya le he contagiado mi inteligencia. Ojalá les pudiera contagiar la inteligencia a estos politiqueros de pacotilla; porque su estupidez es vitalicia y eso no se les quita con ninguna ley de este mundo.

– Pero también dizque se ha logrado que no haya más impuestos al pueblo ecuatoriano y que los trabajadores no tendrán que aportar con un solo centavo para la crisis.

– ¡No ve compadre! ¡No le digo que la estupidez es vitalicia! ¡Al contrario! Ahora toda la crisis cae sobre los hombros del pueblo trabajador, porque se verá condenado a trabajar el doble para ganar lo mismo.

– ¿O sea que nosotros vamos a aportar nuestro trabajo?

– ¡Claro, pues compadre! ¿Y qué es lo que genera riqueza? El trabajo pues; pero como están estructuradas esas leyes, esa riqueza no retornará al trabajador sino se quedará en manos de los grandes industriales y financistas, a quienes además de eso se les perdona sus impuestos.

– Y todo lo que a ellos se les perdona lo tiene que pagar el pueblo.

– ¡Vaya, compadre! ¡Ha amanecido usted inteligentísimo!… Ya me estoy preocupando… ¿No tendrá el coronavirus?

– Pero también el asambleísta nombró una serie de otros beneficios que vendrán…

– ¿Vendrán? Pues habrá que esperarlos bajo la sombrita para no sufrir insolación. ¿Usted se imagina cuánto tiempo tendremos que esperar para que se hagan cada una del montón de reformas legales que se tendrán que hacer para lograr uno solo de esos supuestos beneficios?

– En eso también tiene usted la boca llena de razón compadre; solo para reformar la Ley de Inquilinato ¡¿cuánto tiempo pasará?!

– ¡¿Ve, compadre?! Y como la mayoría de estos politiqueros solo se ponen ágiles cuando se les aparece milagrosamente San Maletín; santo que, lamentablemente, casi nunca aparece cuando hay que hacer algo a favor del pueblo.

– En cambio don Rulo sí ha votado y se ha pronunciado en contra de estas leyes.

– En la denuncia de este otro asambleísta está lo que calla el Henricito; que son cosas que perjudicarán al trabajador, a los jubilados y al pueblo en general, y éstas sí serán de aplicación inmediata porque ya están estipuladas en estas leyes.

– Pero para los beneficios de los que habla el Henry habrá que reformar un montón de otras leyes.

– ¡Claro, pues compadre! Y eso fuuuuuuuuuu… ¡¿Cuándo mismo pasará?! Antes nos quedaremos secos. Además, compadre, lo que ha hecho la mayoría de asambleístas es un delito sexual.

– ¡¿Un delito sexual?! ¡¿Pero cómo, pues compadre?!

– ¡¿No ve que hasta nuestra pobre Constitución ha sido violada?!

– ¡Válgame Dios, compadre!

– Mejor despidámonos con una cancioncita… ¿Qué le parece?

– ¡Hagámosle pues, compadre!

“Yo tuve mi sueldito

y un asambleísta me lo quitó,

y mientras le dejó haciendo

pedazos al Ecuador”

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