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Todo se para, menos el coronavirus

por Andres Ortega

– Oiga, compadre Indiscreto… ¿Sabe usted que significa “sintaxis”?

– Pues, que tiene que tiene que andar en autobús, compadre Ulbio.

– Gracias, compadrito; usted sí que se la sabe todas,

– Uno que ha estudiado la Aritmética, compadre.

– Y hablando de autobuses… ¡¿Cuándo mismo irán a abrir ese maldito terminal?!

– ¡¿Qué le pasa, compadre Ulbio?!… ¡No maldiga al pobre terminal! Con lo que costó bendecirlo…

– Pero… es que necesito viajar a Ambato, compadre.

– Todos tenemos necesidades, compadre; y no por eso andamos maldiciendo. Ya suficiente maldición tiene esa estación vehicular con su flamante directora.

– ¿Y por qué va a ser la directora una maldición?

– Pues, porque está peor que el semáforo en rojo, dicen que es más desagradable que la niña de El Exorcista y todos los que tienen su puestito ahí están que le maldicen, porque dicen que esa señora es tan caliente que plancha la ropa con la mano.

– ¿Y por qué será tan prepotente la señora?

– Yo creo que que cuando nació, en lugar de hacerle baby shower le hicieron aquelarre.

– Sí he escuchado que a los pobres vendedores ni les deja sacar sus mercancías que hasta ya se están dañando, los caramelos derritiéndose, y nada de compadecerse la señora.

– Ya lo dijo el gran prócer de la independencia amaricana, José de San Martín: La soberbia es una discapacidad que suele afectar a los infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder.

– Así mismo es compadre; algunas personas, apenas les dan un cargo administrativo ya se creen más poderosas que el Santo Padre de Roma.

– Claro, como si el cargo les fuera a durar para siempre…

– Pero la culpa la tiene el burgomaestre, compadre; de poner al frente a gente chevere, que le haga quedar bien para que el pueblo le quiera, el vez de poner a tanto fruncido, malencarado y malgeniudo…

– Así es compadre; no vamos pues a poner a Maichael Jackson a cargo de una guardería…

– O a Bin Laden a pilotear un avión…

– Bueno bueno, compadrito; no culpemos al pobre señor alcalde que ya bastantes vicisitudes ha tenido. Dicen que está tan de malas que hasta jugando ajedrez le pateó el caballo.

– ¿Y por qué dice eso?

– ¡No ve que en pleno viaje a la capital se le ha dañado el carro y le ha tocado jalar dedo!

– ¡¿En serioooo?! ¡Pobre señor alcalde!

– Sí compadre; parece que es el único que se ha quedado con el semáforo en rojo.

– ¿Cómo así pues, compadre?

– Porque todo lo tiene par… mejor digamos detenido, para no dar lugar a malas interpretaciones.

– ¿A qué se refiere, compadre?

– A que todo está detenido, estoy diciendo; la reapertura del terminal detenida, las obras detenidas, lo del centro de aislamiento detenido, los hospitales saturados… ¡Todo parado! ¡Hasta el carro!

– Es que a lo mejor ya compraron el viagra, compadre; por eso está todo parado…

– Bueno, no todo está parado… lamentablemente…

– Querrá decir: afortunadamente…

– No, compadre; lamentablemente, porque lo único que no se ha detenido es ese maldito bicho del coronavirus…

– ¡Ele! ¡Ya está usted también maldiciendo!

– Es que esta plaga sí que es una verdadera maldición, que sumada a la crónica maldición de la corrupción y la mediocridad de nuestros políticos nos va a dejar tan pobres que nuestros niños ya no tendrán dientes de leche sino dientes de agua de panela.

– Sí, compadre; a este paso parece que nuestro país tiene menos futuro que un rollo de papel higiénico.

– Bueno, compadre; mejor cambiemos de actitud compadre, porque pueda que asome la luz al final del túnel.

– Ojalá sea la luz verde…

– ¡No, compadre! ¡Nada de verde!… No vaya a ser que regrese el Mashi. Mejor una luz luminosa y colorida que llene de esperanza nuestra bella tierra.

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