– Oiga, compadre Indiscreto… ¿Sabe usted que significa “sintaxis”?
– Pues, que tiene que tiene que andar en autobús, compadre Ulbio.
– Gracias, compadrito; usted sí que se la sabe todas,
– Uno que ha estudiado la Aritmética, compadre.
– Y hablando de autobuses… ¡¿Cuándo mismo irán a abrir ese maldito terminal?!
– ¡¿Qué le pasa, compadre Ulbio?!… ¡No maldiga al pobre terminal! Con lo que costó bendecirlo…
– Pero… es que necesito viajar a Ambato, compadre.
– Todos tenemos necesidades, compadre; y no por eso andamos maldiciendo. Ya suficiente maldición tiene esa estación vehicular con su flamante directora.
– ¿Y por qué va a ser la directora una maldición?
– Pues, porque está peor que el semáforo en rojo, dicen que es más desagradable que la niña de El Exorcista y todos los que tienen su puestito ahí están que le maldicen, porque dicen que esa señora es tan caliente que plancha la ropa con la mano.
– ¿Y por qué será tan prepotente la señora?
– Yo creo que que cuando nació, en lugar de hacerle baby shower le hicieron aquelarre.
– Sí he escuchado que a los pobres vendedores ni les deja sacar sus mercancías que hasta ya se están dañando, los caramelos derritiéndose, y nada de compadecerse la señora.
– Ya lo dijo el gran prócer de la independencia amaricana, José de San Martín: La soberbia es una discapacidad que suele afectar a los infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder.
– Así mismo es compadre; algunas personas, apenas les dan un cargo administrativo ya se creen más poderosas que el Santo Padre de Roma.
– Claro, como si el cargo les fuera a durar para siempre…
– Pero la culpa la tiene el burgomaestre, compadre; de poner al frente a gente chevere, que le haga quedar bien para que el pueblo le quiera, el vez de poner a tanto fruncido, malencarado y malgeniudo…
– Así es compadre; no vamos pues a poner a Maichael Jackson a cargo de una guardería…
– O a Bin Laden a pilotear un avión…
– Bueno bueno, compadrito; no culpemos al pobre señor alcalde que ya bastantes vicisitudes ha tenido. Dicen que está tan de malas que hasta jugando ajedrez le pateó el caballo.
– ¿Y por qué dice eso?
– ¡No ve que en pleno viaje a la capital se le ha dañado el carro y le ha tocado jalar dedo!
– ¡¿En serioooo?! ¡Pobre señor alcalde!
– Sí compadre; parece que es el único que se ha quedado con el semáforo en rojo.
– ¿Cómo así pues, compadre?
– Porque todo lo tiene par… mejor digamos detenido, para no dar lugar a malas interpretaciones.
– ¿A qué se refiere, compadre?
– A que todo está detenido, estoy diciendo; la reapertura del terminal detenida, las obras detenidas, lo del centro de aislamiento detenido, los hospitales saturados… ¡Todo parado! ¡Hasta el carro!
– Es que a lo mejor ya compraron el viagra, compadre; por eso está todo parado…
– Bueno, no todo está parado… lamentablemente…
– Querrá decir: afortunadamente…
– No, compadre; lamentablemente, porque lo único que no se ha detenido es ese maldito bicho del coronavirus…
– ¡Ele! ¡Ya está usted también maldiciendo!
– Es que esta plaga sí que es una verdadera maldición, que sumada a la crónica maldición de la corrupción y la mediocridad de nuestros políticos nos va a dejar tan pobres que nuestros niños ya no tendrán dientes de leche sino dientes de agua de panela.
– Sí, compadre; a este paso parece que nuestro país tiene menos futuro que un rollo de papel higiénico.
– Bueno, compadre; mejor cambiemos de actitud compadre, porque pueda que asome la luz al final del túnel.
– Ojalá sea la luz verde…
– ¡No, compadre! ¡Nada de verde!… No vaya a ser que regrese el Mashi. Mejor una luz luminosa y colorida que llene de esperanza nuestra bella tierra.