– ¡Qué maravilla, compadre Indiscreto! ¡Otra vez somos campeones olímpicos!
– ¡¿Somos?! Me suena a manada, compadre Ulbio. ¿Por qué se incluye, ah? Si los campeones son ellos, los deportistas; los que se la juegan por el Ecuador y no usted, que no juega ni macateta.
– ¡No se esponje, compadre! Me refiero a que “somos” como país; somos campeones olímpicos con nuestros medallistas.
– Es que, hay que decir las cosas como son…
– ¡Ahhh! Y, ¿cómo son pues?
– Como se dice, al toro por los cuernos. ¿Acaso el Ecuador ha apoyado a nuestros deportistas como debe ser? ¿Acaso el Gobierno les ha dado el respaldo que, como deportistas de élite, les corresponde?
– Pues… nones…
– Entonces, el mérito es neto de ellos o ellas; que, sin asistencia técnica, sin los debidos instrumentos y hasta sin el pasaje para llegar, hicieron lo que hicieron, ¿Cómo sería si contaran con todo el apoyo?
– Bueno, en eso sí tiene toda la boca llena de razón, compadre; porque si nos ponemos a desmenuzar más profundo, no cuentan con todo el respaldo como se debería dar a nuestros y nuestras deportistas para obtener mejores resultados.
– ¿Ya ve, compadre? Usted sí piensa cuando hace un esfuerzo. En un país futbolizado como el nuestro, hasta coraje me da ver que más gloria le dan a una selección que solo nos trae decepciones, antes que estos deportistas que solitos se sacan la madre para llegar a la cima y ofrecernos estas satisfacciones que ahora disfrutamos.
– ¡Ay, compadre! Usted sí que es bien aguafiestas. Uno feliz disfrutando de la alegría de nuestros medallistas y sale con sus reflexiones baratas en este preciso momento.
– ¡¿Baratas?! Más bien gratuitas, porque nadie me paga por ellas; pero no por eso pierden su valía. Es que sí da coraje, compadre. Y ahora, como ya llegan nuestros campeones, todo mundo por la foto con ellos; que el gobierno, que los ministros, que los alcaldes, los prefectos y raimundo y todo el mundo que “¡Viva nuestros campeones!”, que “¡ras, ras, ras!”
– Sí, esos políticos no deberían ni asomarse junto a nuestros campeones, porque son una vergüenza. Hacen contraste con lo que hacen nuestros héroes deportivos. Lo que son es campeones para el robo, la coima, el amarre y los negocios oscuros… ¡Eso es lo que son!
– Pero no nos vayamos muy lejos; nuestros políticos locales también han demostrado ser unos campeones para una fiesta. Lo que no hacen en obras, lo hacen en pachanga. Como quien dice, al pueblo dale circo y lo tendrás en la palma de la mano, jeje.
– Y justamente eso es lo que han hecho en este feriado.
– Así es, compadre. El alcalde organizó un concurso de Miss Piernas…
– ¡¿De sus piernas?!!!
– ¡Nooo! De “Miss” in inglish, o sea “Señorita” en cristiano… no sé por qué somos tan aculturizados. El caso es que hubo música, show y orquesta y ¡Viva la farra! Luego se subió al podio, digo a la tarima, y la foto con todas las chirisiquis y los aplausos de la chusma que aclamaba: “Lo logró, lo logró, Rambo lo logró”. No sé qué también lograría con esa pendejada, pero así decían.
– Mientras que el prefecto, no que quedó atrás, también armó su propio circo, digo, su propio espectáculo y también se subió a la tarina a recibir los aplausos del respetable con sus “Bajos Sueños” “Tercer Mundo” y “Rock Band” en su fiesta del Ánimo Rock.
– Bueno, bueno; pero ya es hora de dejar de tener sueños muy bajos, de seguir pensando como los del tercer mundo y quedarnos quietos como una rocka. Es hora ya de impulsar verdaderos proyectos de desarrollo.
– Sí; como usted dice, tomar al toro por los cuernos… Aunque en la Diez de Agosto sí que el prefecto no solo tomó al toro por los cuernos, sino que también se montó encima… ¡Otro que lo logró!
– ¡Chuta! ¿No ve compadre? Esos pobres animales no sirven solo para hacer con ellos chompas, correas, zapatos y parrilladas; también sirven para hacer campaña.
– Pero ya basta de circo y pachanga…
– Bueno, compadre; tampoco seamos aburridos o “aguafiestas” como usted dice; sí es necesaria la alegría y la diversión del pueblo. Pero qué lindo sería que esos festejos vinieran después de inaugurar alguna obra trascendental.
– Bueno, compadre, nosotros también debemos alistarnos para la campaña.
– ¡Ele! Momento compadre… ¡Acaso que yo tengo cuernos como el toro! Para que me mangoneen. En cambio, usted, que está peor que alce, puede nomás unirse al cortejo.