Por: Guido Calderón
Debemos definir valores universales como: la vida, el trabajo, dinero, diversión, etc. Sino las marcas e ideologías, se encargarán de darnos precisando y actuaremos en función de sus intereses y no de los nuestros.
Quienes ven la vida como una lucha, caminan con un escudo y es normal que escondan una espada. Si la vida es un juego, salen a ganar o perder. Los que ven la vida como un regalo divino, la cuidamos y valoramos. Los que buscan seguridad laboral, trabajan para cumplir sueños de otros; los que persiguen sus sueños, crean empleos. Quien cree que el dinero es malo, vivirá su escasez y siempre lo tendrá quien lo considere como algo bueno. Imaginamos un mundo peligroso: lo será; si creemos que está lleno de oportunidades, aparecerán.
El conjunto de valores positivos, forma una mentalidad de abundancia y conducen a una vida pródiga de recursos, alegrías, amistades, experiencias y dinero. Cuando nos llenan de conceptos negativos, la mentalidad de pobreza nos lleva por una senda de escasez en todos los sentidos. El sistema escolar ecuatoriano adiestra para ser pobres, el colegio agrega rencores históricos y la universidad nos encaja el chip de empleados. Nadie nos educa emocionalmente y menos financieramente, por ello la pobreza es considerada natural, valorada, motivo de orgullo y la riqueza es excepcional y mala.
Una marca planetaria de gaseosas se apoderó de la felicidad y de la Navidad. Marcas de autos nos dan libertad. Los licores nos venden diversión. Para mucha gente si el licor es abundante la diversión es mayor, si es caro la diversión es mejor y si es barato la diversión es rápida.
Sitios turísticos como Ibiza, catequizaron al mundo occidental que ingerir licor sin límite por días y noches, es el máximo regocijo juvenil. Sus hoteles venden paquetes con vuelo incluido. Este modelo se expandía por todo el planeta: cientos de jóvenes bailando y bebiendo hasta explotar sus mentes y pudores. La pandemia lo frenó, pero se levanta; tantos meses “sin diversión” amerita pagar grandes sumas para volver a parrandear. Baños de Agua Santa se reactivó por completo cuando se abrieron sus bares y discotecas, mientras tanto la ciudad lucía abandonada a pesar de estar sus hoteles operativos. El turismo de antros, como le dicen en España a la vida nocturna, es el que atrae ingleses capaces de beber muchos galones de cerveza por varios días.
En general, el alcoholismo está arraigado en todas las generaciones con diferentes motivaciones, los políticos lo saben y quien organiza más fiestas populares -borracheras callejeras- asegura la reelección; incluso el turismo religioso tiene como combustible el alcohol, las romerías ecuatorianas secan los alambiques; pero nuestra juventud es la que mayoritariamente profesa que embriagarse es divertirse y no miden el alto costo en accidentes, embarazos y paternidades no deseadas. ¿Vamos a seguir creyendo que el alcoholismo, es el nuevo turismo?