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De domingo a viernes cualquier cosa puede cambiar

por Andres Ortega

– ¡Qué tal, compadre Indiscreto! ¿Vio que otra vez ganó el que habla más bonito y promete hasta agua en el desierto?

– ¡Daniel Noboa! Ese muchacho tiene más suerte que perro en carnicería, compadre Ulbio. ¿Y Luisa? Le pasó como a mi tía cuando juega bingo: grita “¡pleno!”, pero siempre le falta un número.

– Jueeee… Esto es como apostarle a un gallo flaco en una riña. Cuatro años pa’ que nos claven el puñal de la gasolina cara y los impuestitos “solidarios”.

– ¡Solidarios de nosotros pa’ sus viajecitos! Pero qué le hacemos… Aquí el pueblo es como borracho en casino: siempre vuelve a jugar aunque pierda la camisa.

– ¿Y sabe por qué, compadre? Porque nos venden el cuento de que “esta vez sí”. Hasta el diablo se pone corbata y nos dice: “Voten por mí, que traigo el cielo en mi maletín”.

– ¡Ja! El cielo será el que ven ellos desde sus helicópteros. Oye, ¿y qué pasó con el que gritaba “¡Hasta la victoria siempre!”? Se lo llevó el viento como a mi sueldo en diciembre.

– Eso es. Los políticos son como el aguardiente de contrabando: puro ardor al principio, pero al final solo da resaca y ganas de llorar.

– Y aquí seguimos, compadre, viendo cómo reparten las sillas en el Titanic… ¡Salud!  Por los próximos cuatro años de… ¿”esperanza”?

– Jaja… Mejor digamos: ¡Por el próximo iluso que crea que la ruleta política tiene premio!

– Oiga compadre, ¿y ahora que viene Semana Santa? Hasta los políticos deberían ponerse una túnica y caminar descalzos pidiendo perdón por sus promesas incumplidas.

– ¡Jajaja! Imagínate a Noboa cargando una cruz por la Plaza Grande, pero en vez de clavos, le tiran facturas de la luz. ¡Procesión de los «Mesías de mentira»!

– Y al alcalde de Pastaza cargando su Cristo Redentor.

– Bueno, ese no ha de pesar nada; porque hasta ahora solo es de papel.

– Ya en serio, compadre… Esto es como la fanesca: todos le echamos algo, pero al final solo los de arriba se llenan el plato. Hasta el cura en el sermón dice: “Humildad, hermanos”, mientras un político afuera estrena camioneta.

– ¡Y la gente como nosotros, rezando por un milagro! Cuatro años de “vía crucis” con apagones y recesión, y de premio… nos dan una hoja de palma en la frente.

– Mire compadre, esto de las elecciones es como el juego de los huevitos de colores: los esconden, los pintan bonito, y cuando los rompes…  ¡Puro aire fétido!

– O como el Judas que queman el Sábado de Gloria: deberíamos hacer una fogata con promesas de campaña. “¡Este año sí habrá empleo… para mi cuñado””.

– Hay algo que nunca he entendido, compadre,…

– Eso no es ninguna novedad, Ulbio, usted nunca entiende nada.

– ¡Ele! ¡De ganita empieza a ofender!

– No se me esponje, compadre, que por lo menos tiene la suerte de tenerme a mí como compadre; para hacerle entender las cosas aunque sea con dibujitos.

– No, no. ¡Ya en serio, compadre!

– A ver, cuente. ¿Qué es lo que nunca ha entendido?

– Por qué a Cristo, el pueblo de Jerusalén, el domingo lo recibe con ramos y al viernes siguiente en cambio pide que lo crucifiquen.

– ¡Uuuuu! ¡Eso es facilito, compadre!

– ¡¿Facilito?! ¡¿Y por qué?!

– ¿No ve que se trataba de una campaña electoral? El pueblo tenía que decidir entre dos candidatos, Jesús y Barrabás, para ver quién de los dos sería liberado o crucificado.

– ¡¿y eso que tiene que ver?!

– Pues, que los fariseos, que eran unos malditos y eran los promotores de que que se crucifique a Jesús y se libere a Barrabás, utilizaron a la consabida vieja confiable.

– ¡No entiendo nada!… ¡¿Cuál vieja?!

– ¡Fácil, compadre! Le dijeron al pueblo de Jerusalén: “Si eligen a Jesús vamos a ser como Venezuela” y ¡zaz! El pueblo cambió de opinión, jajaja.

– Jajaja. ¡Salud, compadre! Por los únicos que nunca nos fallan: el arrullo de los viernes santos… y este traguito que nos cura hasta la desilusión electoral.

– ¡Y que el próximo mesías que venga… aunque sea traiga receta pa’ hacer fanesca sin deudaaaaa!

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