Es indudable que en nuestro país estamos en déficit, no solo en lo económico, sino también, en lo que se refiere a valores cívicos y morales.
Los hechos que pasaron en octubre lo demuestran. Y no vamos a cambiar, mientras no hagamos un análisis introspectivo y reconozcamos que el problema y la solución están en nosotros.
Ya han transcurrido varios días y las cosas han vuelto a la normalidad (ojalá así sea), sin embargo en nuestra cotidianidad seguimos incubando el irrespeto a las normas establecidas; seguimos vanagloriándonos de nuestra “viveza criolla” cuando eludimos un trámite obligatorio, nos pasamos un semáforo en rojo y, así, una serie de transgresiones…
Nos hemos olvidado de ese límite intangible llamado ‘respeto’, que nos enseña, que tenemos que hacernos cargo de nuestros actos y, de lo que se derive de ellos.
Debemos entender que toda acción trae consigo una reacción, pero lamentablemente, en nuestro país existe una desvergonzada impunidad y, por alevosía o por costumbre, vivimos utilizándola a diario: botamos la basura en la calle, cuando el recipiente para este menester, está frente a nuestras narices; hacemos nuestras necesidades biológicas en cualquier poste, pared de la ciudad, ¡a veces, en plena calle, arrimados a la llanta de nuestro propio auto! Mientras de reojo, desentendido, nos observa el policía municipal…
En la asonada de octubre, se rompió, quemó y saqueó propiedades ajenas y, resulta ahora, que nadie es responsable de aquello. Por otra parte es irritante ver como la dirigencia indígena se lava las manos y más bien, son ellos los que elevan la voz, y, a grito pelado ondean la bandera de los “derechos humanos” y hasta exigen la libertad de los vándalos y terroristas detenidos en flagrancia.
Argumentar que la pobreza y las diferencias sociales que existen, provocaron estas agresiones, no es válido o justificativo para exonerar de responsabilidad a los causantes.
Por eso se requiere de líderes, sean estos indígenas, blancos, negros, mestizos o montubios, que aglutinen a su gente con un claro entendimiento de lo que significa el respeto a los demás y a sus bienes personales.
Hasta tanto, seguiremos observando impávidos como en un banco local, ante una ventanilla, con un rimbombante letrero que dice “ventanilla preferencial para adultos mayores, discapacitados y embarazadas”, cinco personas con estas características, hacen fila. Se suma una octogenaria señora para el turno sexto. Se la nota cansada. -No están muchos, piensa…De pronto el guardia decide, por políticas de la agencia bancaria, intercalar en la ventanilla preferencial, un cliente joven por cada anciano que pasa. Y la señora, estoicamente, ve que su sexto turno se convierte en el décimo primero. Nada valen los reclamos y hasta los clientes de la otra fila apoyan esta medida. ¿Pensarán que nunca llegaran a viejos? ¿Y qué hay de los Derechos del adulto mayor?
Pero, ¿cómo podríamos exigir respeto, si al mismísimo presidente de la Republica, un ciudadano en plenitud de sus facultades físicas y mentales, abiertamente, en un discurso procaz e insolente, le dice “patojo de mierda”?
Realmente requerimos de un cambio de mentalidad, de manera urgente!