– Oiga compadre, vamos a caminar un rato por el Malecón del río Puyo, a ver las alegorías navideñas.
– ¿Alegorías dice? ¡¿Qué alegorías?! Yo ya me di una vuelta y apenas veo un árbol que ni enciende y dos que tres luces en la Concha Acústica y pare de contar.
– ¡¿Ahhh… síiii?! ¡No me diga compadre! ¡Y más la pompa que hicieron el otro día! Que el burgomaestre viene para el encendido de las luces con banda, show y toda la caravana de la alegría navideña. Yo pensé que eso estaba una belleza.
– ¡Yo pensé, yo pensé! ¡Cuándo piensa usted! Bueno, yo también me llevé un fiasco cuando vino mi cuñada a visitarme y yo, hecho el guía turístico, le llevo a que vea cómo han adornado la ciudad con espíritu navideño, bien bonito para que se tome unas fotitos; pero llegamos… ¡Y nada! Solo un árbol apagado, unas letras de “Feliz 2026” también apagadas… ¡Ele! ¡¿Qué foto se va a tomar?! Más quedé mal yo por inquietoso.
-No sea aguafiestas, compadre; yo también quería tomarme unas fotos de lo lindo que está mi Puyo en el único lugar que supuestamente han arreglado; porque ni en el parque, ni en la Plaza México , ni en ningún otro lado han puesto nada, como en otros años, todo el centro se veía bonito que daba gusto salir y contagiarnos con el espíritu de la Navidad.
– Ahora de lo que podemos contagiarnos es de una buena gripe… o una úlcera por las denuncias que circulan por un supuesto sobreprecio en estos tiliches navideños. Ya salió una concejala a denunciar que ese chistesito le ha costado a la municipalidad nada más y nada menos que veinticinco mil dolarucos.
– ¡¿Tanto y para no ver nada de bueno?!
– Así es, compadre. ¡¿Cómo nos desean felicidad con un árbol que da pena?! Y encima dicen que es el árbol más caro de la historia, más caro que al árbol de chonta y el de guayacán.
– ¿Y qué pasó con el árbol gigante que tenían en los hangares del municipio? Aquel que cada año lo sacaban para estas fechas.
– Eso mismo se pregunta la concejala Pérez, que ella mismo denunció el año pasado que siendo un árbol propio del municipio lo hicieron pasar por un valor de seis mil dólares, cuando solo lo trajeron de los hangares a la plaza México; luego dijeron que el costo era por las luces, que eran de alta tecnología y muy costosas, pero no se veía nada de novedoso. Ahora dice la concejala que el árbol ha desaparecido como por arte de magia, ya que de la misma bodega sacan una certificación en la que hacen saber que no cuentan con ningún material ni alegoría para adornar la ciudad.
– ¿O sea que solo el esqueleto de este triste árbol costó diez mil dólares??? Sin contar con los arreglos y luces ya que dice que eso han hecho con personal municipal?
– Exactamente, por eso la concejal no le llama el árbol de la Navidad, sino el “Árbol de la Abundancia”, jeje.
– ¡¿Abundancia?! Pero para el que ha cogido esa chauchita ha de ser.
– Pues entienda como usted quiera. La concejala así lo señala y para el buen entendedor pocas palabras y colorín colorado…
– Ni como incentivar a que los turistas se vayan tomando una foto de recuerdo o haciendo un TikTok, ahora que eso está de moda.
– ¡Ni los turistas ni nadie! Y lo mismo pasó con la feria de la Navidad que todos los años se hacía; ahora, a las pobres comerciantes, las quisieron votar en un lugar fuera de la ciudad. ¡Qué han de ir pues! No está bien que se actúe como en el cuento del Grinch que todo lo echa a perder en Navidad.
– ¡Qué pendejada, compadre! siendo así como usted dice, me regreso nomás; más alegre está mi casa, que yo con diez dólares, puse luces por todo lado y quedó como la casa más bonita e iluminada de todo el barrio.
– ¡Y milagro ha invertido diez dólares! Conociéndolo como le conozco, eso para usted es harta plata. Ahora imagínese usted lo que es invertir veinticinco para no ver nada de bueno. Capaz que esas luces que dice salieron del bolsillo de su mujercita y no del suyo, jeje.
– ¡Ya va a empezar! Igualito que la concejala usted también… ¡¿Acaso me quiere fiscalizar?! Mejores me voy nomás… ¡Feliz navidad, compadre! ¡Feliz navidad, jojojo….!!!
– ¡Ele! ¡¿Qué´s pues! ¿Éste se cree papanuel o qué?