– ¡Elé, compadre Indiscreto! ¡Lo que más temíamos al fin sucedió! Con la aparición del primer caso Delta en Puyo…
– Eso se veía venir, con lo relajados que estábamos, compadre Ulbio. Llenos de eventos y fiestas… ¡Que bienvenidos todos! ¡Que viva el turismo!… aunque muera la gente… solo era cuestión de horas.
– Chuuuzo, compadre… Y los hospitales que ya estaban aliviados a mitad de pacientes… ¡Ele! ¡Ahora otra vez se volvieron a llenar a su máxima capacidad! Y los pobres médicos otra vez en apuros… ¡Qué barbaridad! ¡Esto es un cuento de nunca acabar!
– Eso no es nada, compadre, figúrese que ahora también han asomado otros bichos raros que nos están haciendo mucho daño.
– ¡Ele! ¡¿En serio?! ¡¿Más bichos raros?! ¡Así vamos a extinguirnos!… ¿Y cuáles son esos bichos raros, compadre?
– Fíjese que han llegado a nuestro ilustre municipio unos bichos llamados “influencers” y han contagiado a la administración “más honesta”.
– ¡¿”Influyentes” dice?!
– No, compadre, esos son otros. Aunque estos influencers son precisamente para influir en la sociedad… Es decir, para contagiarnos a todos.
– ¡Más y más contagios! ¡Vamos a morir todos!… Y, oiga… ¿Qué mismo o cómo actúan esos influyencers que yo nunca había escuchado?
– ¡Futa! Son unos bichos que se ha propagado peor que la pandemia; tan rápido y de una manera asombrosa… ¡Y ahora están por todo lado!
– ¡Chuta!… ¡¿Dónde, donde?!… Para ver si me escondo o ver cómo le hago para protegerme y proteger a mi familia.
– Bueno, compadre; lo que pasa es que como usted es zonzito no entiende bien de qué mismo se trata la cosa.
– ¡Pero, explíqueme bien, pues compadre! Usted que todo lo sabe y lo que no lo sabe lo inventa.
– A ver, fíjese bien. Pues resulta que el mismo municipio, por bien hacer, ha contratado los servicios de uno de estos influencers, uno nacional, un ¡INFLUENCER DELTA!
– ¡Chuzo! ¡¿Hasta con variante y todo?!
– Así es, compadre; para que vea lo adelantado que estamos…
– Bueno… ¡¿Y para qué el municipio anda contratando esas pendejadas?!
– Pues, para que nos visite y promocione nuestros atractivos turísticos. Entonces muy bien, el influencer ha venido con todos los gastos pagados; cama, dama y chocolate y ha cumplido con su tarea…
– ¡¿Y ahura?! ¿Cuál es el problema?!
– Pues, que el remedio resultó peor que la enfermedad.
– ¡¿Cómo es eso, compadre? De que el remedio haya resultado peor que la enfermedad.
– Que el influencer con su mucha influencia se ha puesto a lanzar lodo con ventilador contra los mismos que le trajeron; denunciando ciertos actos de corrupción como que le ofrecieron cierta cantidad de dinero y resulta que los vivos han facturado por otra cantidad mayor…
– A ver, a ver… ¿Cómo está eso?
– Es como si a usted le digo hágame un trabajito por unos mil quinientos y resulta que la factura sale por siete mil… ¡Entones el resto! ¿A dónde pecata mea?… Ele, eso se regó peor que la pandemia con todo y su variante Delta.
– ¡Qué barbaridad! ¡Eso sí que ha estado juerte! ¿Y qué más ha pasado?
– Luego resulta que sale un influencer local, es decir un influencer carachama, a defender a su colega, diciendo que a él también le contrataron hace dos años para el trabajito de promocionar las fiestas de carnaval y que hasta el día de hoy no le pagan pese a haber presupuesto suficiente.
– ¡Cuándo no! ¡Cuándo no!
– Pero él se vengó cuando fue llamado a otra chambita, dizque para manejar el Troll Center de la institución, que hasta este momento nadie sabía que existía un Troll Center; pero no aceptó, puesto que una de las tareas era hacer daño a la imagen de ciertos ciudadanos que resultasen molestos… ¡Ele! ¡¿Cómo le quedó el ojo compadre?! ¡Otro escándalo más! ¡Otra mancha más al tigre!
– Si es que se le puede llamar tigre a la administración más honesta… Para mí que más bien parece gallinazo y por eso ya no le afectan las manchas.
– Bueno, y para acabar este cuento de pandemia escandalosa, se destapa la olla con cierto documento filtrado en lo que la Autoridad llama “falsas redes sociales”: Que el Troll Center está siendo manejado por un tal «mono» por el valor de nada más y nada menos que de ¡tres mil quinientos dolaritos!
– ¡¿Un mono?! ¡¿Y qué clase de mono es ese?!
– ¡Chiii! Ahora no se sabe si el mono es un gorila de verdad, o a lo mejor un costeño. Lo que sí sabemos es la indignación que todo esto ha causado en los medios de comunicación, que acuden por publicidad y les niegan hasta doscientos dolarines porque dizque “no hay plata para nada”.
– Pero para andar haciendo güevadas si hay plata… ¡Lo mismo de siempre!
– Tiene toda la boca llena de razón, compadre; tiene toda la boca llena de razón…