Antes de la cuarentena, se ganaba la vida vendiendo jugo de naranja debajo del puente de la Av. Ceslao Marín a pocos pasos de la Unidad Educativa Pompeya. Pero desde que decretaron las medidas de restricción para evitar la propagación del COVID-19, está pasando serias necesidades, ya que se ha visto limitadas sus opciones de trabajo.
La ciudadana venezolana, cuenta que no quiere volver a dormir en la calle, con sus dos hijos, el más pequeño de 2 meses. Por lo que no le ha quedado otro remedio que educadamente pedir dinero a los transeúntes.
Aceptó el diálogo con los medios de comunicación, aunque prefirió mantener la reserva de su nombre ya que su situación legal aún no está definida. Al momento, se encuentra tramitando su visa humanitaria, que espera recibirla ya que no ha venido a hacer ningún daño, sino a buscar un futuro mejor para sus hijos. Aunque sabe que lamentablemente se ha dado casos de compatriotas que se ha comportado mal y han protagonizado varios delitos.
Tiene el apoyo de su esposo, sin embargo, no está con él, debido a que ha debido salir a trabajar en un vivero para obtener algo de recursos que les permita solventar algunos los gastos básicos y sobre todo, para juntar dinero para pagar el arriendo de la vivienda, ya que no quiere que sean desalojados como le pasó el año pasado, que estaban viviendo en el barrio Techo Propio en Ambato, pero por la crítica situación económica que ya vivía, le tocó salir de ahí y vender todas las pocas pertenencias que tenían y buscar suerte en otra ciudad, es por eso que vino a Puyo.
Agradeció a la mano solidaria de las personas que le han obsequiado unas monedas que le ha permitido alimentar a sus hijos, que son su prioridad, ya que ella como persona adulta tolera el hambre y las necesidades, pero no quiere que sus pequeños sufran.