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El chupete más caro del mundo

por Andres Ortega

– ¡Oiga compadre Indiscreto! ¡¿Qué hace pues con esa bandeja?! ¡¿A dónde cree que va?! ¡¿Acaso enloqueció definitivamente o qué?

– ¡Ele! ¡¿Qué’s pues, compadrito Ulbio?! ¿Desde cuándo emprender es sinónimo de locura? ¡En lugar de felicitarme por mi nuevo emprendimiento me viene a criticar! Con amigos así para qué enemigos.

– Ya, ya, compadre… No es para tanto. A ver, ¿Qué es lo que vende, pues?  Deje ver.

– Caramelos, chicles, chupetes y otras delicias para que endulce la vida; especialmente elaborados para personas como usted. que la tienen tan, pero tan amarga, jeje.

– Y, ¿cómo así? ¿De dónde acá esa iniciativa? Hasta que al fin se le activaron las neuronas.

– Es que, como ya estamos en el mes del turismo, hay que aprovechar tanto evento que hay por todo lado; mucha gente y muchos turistas. Mejor deje de hablar y cómpreme uno, para ver que tal espalda tiene… Con esa espaldota de cargador me ha de traer mucha suerte, jeje.

– No pues compadre, yo no le entro al dulce. ¿No ve que soy diabético? ¿O me quiera matar de una vez?

– O sea que, porque usted dizque es diabético, nadie en su casa tiene derecho a un dulce. ¿Qué no tiene esposa, hijos, sobrinos, primos, parientes, mozas y demás bienhechores? Lo que pasa es que usted es un coñazo.

– ¡No pues! ¡Con ese carisma para vender cualquiera le compra! ¡Si por poco vende con pistola en mano! Jeje. ¡A ver! Deme un chupete, ya para que no se enoje.

– ¡Chiii! ¿Solo uno? Bien digo, coño, como si no tuviera a quien obsequiar.

– ¡Ya, ya! Deme tres chupetes. ¡Ya pues! No me vaya a pegar. ¿Cuánto le tengo que pagar?

– Por los tres chupetes… mmm… serían, tres dólares.

– ¡¿Tres dólares?! ¡Que’s pues! ¡¿Me vio cara de turista o qué?! ¡¿Qué han sido?! ¿Chupetes de oro? Este es un robo descarado.

– Es que son chupetes artesanales, hechos por las dulces y delicadas manos de mi linda Rosita. Y lo que es artesanal vale más que la marca y que el sello propio y que todo lo demás. Tiene que apoyar al emprendimiento local, compadre.

– ¡Qué artesanal ni que ocho cuartos! ¡Ya mismo que lo voy a denunciar al comisario municipal! Primero por andar de comerciante informal, que eso está prohibido, y segundo por pretender extorsionar a la gente con su dizque producto artesanal.

– Pruebe y verá. Además, son afrodisiacos, hechos a puro ingredientes amazónicos; usted prueba uno y se le activa hasta el pensamiento y todo lo demás.

– ¡Nada que ver! ¡A mí no me venga con su labia! Ya mismo lo acuso por publicidad engañosa. ¡Este chupete está más agrio que mi suegra! ¡Qué feo, por Dios!

– Pero usted tiene la culpa por escoger el chupete con sabor agridulce. También tengo picantes, de otros sabores y también los de sabor convencional.

– Bien digo, ya mismo que lo reporto al comisario municipal.

– Venga para acá compadre, y hablando del comisario, ¿sabía usted que el comisario salió bien librado de todas las denuncias que hacían en su contra?

– ¡Claro pues compadre! A los pobres agentes municipales les salió el tiro por la culata. Más lo que salieron a pedir su renuncia por prepotente, abuso de autoridad, acoso laboral y otras tantas cosas más, que jamás jefe alguno en tantos años los ha tratado así de mal.

– Pero, sobre todo, estaban bien encabronados porque los llamó “pipones”, que se ganan el sueldo en sin trabajar. Y resulta que el alcalde, en vez que escuchar a sus trabajadores, mejor salió a decir que el comisario es su hombre de su confianza, que cuenta con su respaldo incondicional y que así se paren de cabeza no le ha de despachar; porque, además, es un lindo comisario que cuenta con el respaldo popular.

– Es que el comisario, para el alcalde, resultó ser más dulce que los chupetes que usted vende. ¡Qué buen chupete! Poquito más y lo pone en un altar. Lindo funcionario, un ángel de Dios, dulce por fuera, aunque agrio por dentro. Como decía mi finada abuela, solo yo conozco al cura de mi barrio, jeje.

– ¿Y ahora? ¿En qué irá a parar este asunto? Ya dijeron los agentes municipales que, si el alcalde no los escucha, se irán por lo legal; que ya han hecho las consultas al Ministerio de Trabajo y se van por el delito de acoso laboral.

– ¡Ahí sí que no sé! Vaya a venderle sus chupetes al juez y le pregunta. O haga este ejercicio: si el juez elige un chupete dulce, el comisario es como el chupete y se salva; pero su coge un chupete agrio, entonces se jodió su comisario, jeje.

– ¡Ele! ¡Qué’s pues! Acaso mis chupetes son margaritas para estar: me quiere no me quiere. ¡Yo con tal de vender mis chupetes! ¡Allá el otro chupete y sus querellas!

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