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El contenido basura ha triunfado

por Andres Ortega

Por: Lic. Gustavo Tuston

En una de mis primeras clases en la carrera de comunicación social, me enseñaron que las funciones de la radio son tres: Educar, informar y entretener. Lo mismo se puede aplicar a los otros medios de comunicación.

Con la irrupción del internet y la convergencia de formatos (audio, imagen y multimedia) se ha agudizado un fenómeno que ya era notorio décadas atrás. Me refiero a esa tendencia obsesiva de pretender hacerlo todo entretenido, incluso los temas más profundos. El problema no está en presentar un tema de forma divertida, la degeneración ocurre cuando esa inclinación raya en lo ridículo, donde poco o nada importa el contenido, sino el puro afán de captar la atención.

Ejemplo de esto, hemos visto por internet, a periodistas que se creen influyentes, que expresan sus comentarios sentados en un excusado.

Hemos escuchado en radioemisoras que se caracterizaban por su seriedad, voces que van por esa onda, temas serios tomados a la cháchara, lo que resulta una involución en el manejo de temas informativos.

Esta degeneración es contagiosa a tal punto que, hasta los candidatos a la presidencia de la República están cometiendo actos de ridiculez, nunca antes vistos (ni siquiera por el loco que ama la plata).

Comprendo que les motiva el deseo de marcar la diferencia ante el vendaval de candidatos que, por su alto número, a cualquiera marea y confunde. Pero es una falta de respeto a los ciudadanos sensatos, que aspirantes a estadistas, se presenten en videos por redes sociales, en un caso, descalzo y en pantaloneta bailando un tema de moda, otro hablando malas palabras para intentar parecerse a gente del pueblo, otro vestido de viuda, otro que se pretende parecerse a actor de película y así por el estilo. Todos carentes de sentido, rayando lo absurdo.

¿¡Que puede cambiar en una sociedad cuya mayor tarea es entretenerse y entretener!? Una sociedad que se está acostumbrando a la simple expectación, al estímulo inmediato, a través de un océano de imágenes y sonidos que, de plano, no están hechas para el análisis o la abstracción. Imágenes y sonidos cuya única razón de ser es atrapar la atención del espectador y mantenernos atados a una ilimitada intrascendencia cotidiana.

Es preocupante que, en el siglo XXI, en la era del conocimiento infinito, el contenido basura haya triunfado y que la trivialización de la imagen reduzca la importancia de una candidatura política a un simple chiste de 15 segundos. Estos aspectos, aunque pasan por desapercibidos, deberían concitar nuestra atención y reflexión.

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