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El ministro lejano y el adiós de la Gober

por Andres Ortega

– Hola, compadre Indiscreto. ¿Qué hace con ese catalejo?

– Este no es ningún catalejo, compadre Ulbio; este es el telescopio que utilizó Galileo para descubrir que la tierra no era el centro del universo.

– ¡¿En serio?! ¿Y qué es lo que está viendo con ese telescopio?

– ¡Para qué sirve un telescopio! ¡Para ver las estrellas pues!

– ¡¿Para ver las estrellas’! ¡Pero… cómo va a ver las estrellas si es de día!

– Pero yo estoy observando las estrellas del nuevo gobierno…

– Pero eso se ve en la tele o en el internet, no con un telescopio.

– Es que un telescopio también sirve para ver cosas lejanas.

– ¿Y eso? ¿Acaso desde aquí va a ver lo que sucede en Carondelet?

– Al que estoy tratando de ver es al ministro de la Amazonía.

– ¡¿Carlitos Zavala?! ¡Pero si él no es lejano! De acá de Palora nomás es… Bueno tal vez sea porque está residiendo en el Coca, que está un poquito lejos.

– No, yo me refiero al anterior, al que duró apenas cuatro días.

– Ah, él no era lejano, compadrito, sino lojano, LO-JA-NO. Ha escuchado usted mal.

– ¡¿Y no estará Loja lejos de la Amazonía, pues?! Por eso digo que es lejano.

– Bueno, eso sí; de que está lejos está lejos.

– ¿No ve? Qué bueno que le cambiaron; porque era totalmente lejano a nuestra región, lejano a nuestra realidad.

– Sí pues compadre; pero tanta fue la crítica que el pobre quedó ahora sí lejano, lejano, lejano.

– Tan lejano que de ahora en adelante será recordado como “Julio el Precoz”.

– ¿Y por qué “precoz”?

– Porque no duró nadita, pues. Recién se estaba acomodando en la silla y ¡zaz! que se la quitan.

– Qué bueno que le hayan cambiado; porque era un desplante a la gente de amazónica, como diciendo que aquí no hay nadie capaz de asumir esa responsabilidad, como si aquí no hubiera talento.

– O a lo mejor pensaban que todos los talentosos se unieron a la campaña del “Andrés no mientas otra vez”, pensando que él iba a ganar.

– Sí, como ya estaban listos y hasta peleándose por los cargos de antemano; pero se quedaron picados.

– Y más picados han de estar ese grupito de monigotes que les toca abandonar la Gobernación. Aunque algunitos ya han de estar cepillándose para quedarse, cambiándose la camiseta a última hora… ¡Semejantes!

– Bueno, a mí de la única que me da pena que se vaya es de doña María Eugenia; porque me parece buena gente.

– Ojalá nomás no se vaya muy lejos, para no tener que buscarla con el telescopio.

– ¡Ya, ya! Ni que se fuera a ir hasta el planeta marte.

– Capaz pues; como ya va quedando aparte, capaz que parte para el planeta marte… La extrañaremos.

– Buena rima, compadrito, pero no se me ponga sentimental.

– ¡¿Y qué quiere que haga pues, compadre?! Uno se acostumbra a las personas, y justo cuando empieza uno a encariñarse… ¡Se van! Claro que por otritos más bien da alegría que se vayan, porque caen mal mismo… ¡Por lamparosos!

– Eso sí; la Gober, aunque llegó a última hora y a diferencia de la Carito, estaba muy prendida en su trabajo: pero había los otritos que ya olían a muerto, porque ya llevaban mucho tiempo como canguil, saltando de un lado para el otro.

– Bueno pues, compadre; y que piensa de la posesión del nuevo gobierno.

– Todo elegante, compadre… ¡De luxe!… Hasta esos que protestaban por ahí con pañuelos negros, que dizque no querían otro moreno…

– ¡¿Racistas acaso?! Digo, porque no quieren a los morenitos… ¡¿Qué culpa tienen los negritos?!

– Yo creo que se estaban refiriendo a los morenos de apellido…

– ¡¿Pero qué?! ¡¿Habrá pues algún Moreno en el nuevo gobierno?!

– De apellido no, pero de actitud… habrá que ver. Pero bueno, esa posesión no es la que me interesa; sino más bien la otra…

– ¡¿La otra?! ¡¿Cuál otra?! ¡¿Habría pues otra posesión?!

– Claro pues, compadre; la posesión que le hicieron al Guillo allá en los páramos de Ambato los compas indígenas. Dizque ahí le dieron el bastón de mando, fíjese nomás.

– ¡Ele, qués pues! ¡¿Otro bastón?! ¡¿Y ahura qué va hacer el Guillo con dos bastones?! ¡Capaz que no ha de poder ni caminar así!… Va a estar peor que el Lenin.

– Bueno, ojalá los compas indígenas de la Sierra, a manera de yapa, le hayan dado también una ortigadita… Por sí las moscas.

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