– Hola, compadre Indiscreto. ¿Qué hace con ese catalejo?
– Este no es ningún catalejo, compadre Ulbio; este es el telescopio que utilizó Galileo para descubrir que la tierra no era el centro del universo.
– ¡¿En serio?! ¿Y qué es lo que está viendo con ese telescopio?
– ¡Para qué sirve un telescopio! ¡Para ver las estrellas pues!
– ¡¿Para ver las estrellas’! ¡Pero… cómo va a ver las estrellas si es de día!
– Pero yo estoy observando las estrellas del nuevo gobierno…
– Pero eso se ve en la tele o en el internet, no con un telescopio.
– Es que un telescopio también sirve para ver cosas lejanas.
– ¿Y eso? ¿Acaso desde aquí va a ver lo que sucede en Carondelet?
– Al que estoy tratando de ver es al ministro de la Amazonía.
– ¡¿Carlitos Zavala?! ¡Pero si él no es lejano! De acá de Palora nomás es… Bueno tal vez sea porque está residiendo en el Coca, que está un poquito lejos.
– No, yo me refiero al anterior, al que duró apenas cuatro días.
– Ah, él no era lejano, compadrito, sino lojano, LO-JA-NO. Ha escuchado usted mal.
– ¡¿Y no estará Loja lejos de la Amazonía, pues?! Por eso digo que es lejano.
– Bueno, eso sí; de que está lejos está lejos.
– ¿No ve? Qué bueno que le cambiaron; porque era totalmente lejano a nuestra región, lejano a nuestra realidad.
– Sí pues compadre; pero tanta fue la crítica que el pobre quedó ahora sí lejano, lejano, lejano.
– Tan lejano que de ahora en adelante será recordado como “Julio el Precoz”.
– ¿Y por qué “precoz”?
– Porque no duró nadita, pues. Recién se estaba acomodando en la silla y ¡zaz! que se la quitan.
– Qué bueno que le hayan cambiado; porque era un desplante a la gente de amazónica, como diciendo que aquí no hay nadie capaz de asumir esa responsabilidad, como si aquí no hubiera talento.
– O a lo mejor pensaban que todos los talentosos se unieron a la campaña del “Andrés no mientas otra vez”, pensando que él iba a ganar.
– Sí, como ya estaban listos y hasta peleándose por los cargos de antemano; pero se quedaron picados.
– Y más picados han de estar ese grupito de monigotes que les toca abandonar la Gobernación. Aunque algunitos ya han de estar cepillándose para quedarse, cambiándose la camiseta a última hora… ¡Semejantes!
– Bueno, a mí de la única que me da pena que se vaya es de doña María Eugenia; porque me parece buena gente.
– Ojalá nomás no se vaya muy lejos, para no tener que buscarla con el telescopio.
– ¡Ya, ya! Ni que se fuera a ir hasta el planeta marte.
– Capaz pues; como ya va quedando aparte, capaz que parte para el planeta marte… La extrañaremos.
– Buena rima, compadrito, pero no se me ponga sentimental.
– ¡¿Y qué quiere que haga pues, compadre?! Uno se acostumbra a las personas, y justo cuando empieza uno a encariñarse… ¡Se van! Claro que por otritos más bien da alegría que se vayan, porque caen mal mismo… ¡Por lamparosos!
– Eso sí; la Gober, aunque llegó a última hora y a diferencia de la Carito, estaba muy prendida en su trabajo: pero había los otritos que ya olían a muerto, porque ya llevaban mucho tiempo como canguil, saltando de un lado para el otro.
– Bueno pues, compadre; y que piensa de la posesión del nuevo gobierno.
– Todo elegante, compadre… ¡De luxe!… Hasta esos que protestaban por ahí con pañuelos negros, que dizque no querían otro moreno…
– ¡¿Racistas acaso?! Digo, porque no quieren a los morenitos… ¡¿Qué culpa tienen los negritos?!
– Yo creo que se estaban refiriendo a los morenos de apellido…
– ¡¿Pero qué?! ¡¿Habrá pues algún Moreno en el nuevo gobierno?!
– De apellido no, pero de actitud… habrá que ver. Pero bueno, esa posesión no es la que me interesa; sino más bien la otra…
– ¡¿La otra?! ¡¿Cuál otra?! ¡¿Habría pues otra posesión?!
– Claro pues, compadre; la posesión que le hicieron al Guillo allá en los páramos de Ambato los compas indígenas. Dizque ahí le dieron el bastón de mando, fíjese nomás.
– ¡Ele, qués pues! ¡¿Otro bastón?! ¡¿Y ahura qué va hacer el Guillo con dos bastones?! ¡Capaz que no ha de poder ni caminar así!… Va a estar peor que el Lenin.
– Bueno, ojalá los compas indígenas de la Sierra, a manera de yapa, le hayan dado también una ortigadita… Por sí las moscas.