Por: Edwin Mosquera G.
La pregunta que todos los ecuatorianos nos hacemos, ´¿qué carajos hace pikachu en el mural conmemorativo del bicentenario de la batalla del Pichincha?, la respuesta fue un vago twitter que menciono: es una imbricación a la cultura.
Si bien es cierto los criterios de ciertos tipos de arte son sujetos a reproches ya sea por su rareza o simplemente por su autenticidad e irrepetibilidad que se les da la etiqueta de arte, desde los dibujos rupestres hasta el arte abstracto de visualizar una línea en un fondo blanco, pero según los entendidos es arte.
La concepción de arte está ligada a que los sujetos observamos lo que conocemos, si desconocemos el ejercicio de conectividad neuronal no existe en la ejecución de recuerdo, nueva imagen o retención, partiendo de esta premisa la percepción del arte está enfocada al conocimiento y al criterio personal de gustos. Para muchos El grito de Edvard Munch parecería un simple garabato de un preescolar que daba sus primeros esbozos con un pincel, pero adentrándonos en la obra esta señala las 6 etapas de su obra Amor, siendo esta la ultima la angustia.
El criterio de Okuda San Miguel tiene clara su misión en cualquier lugar del mundo al que llega: «Transformar el cemento gris de las ciudades en color», si hacemos una perspectiva de recreación de sus obras, el mural en Movember, la estancion del metro Paco de Lucia y la genial y para mi criterio la mejor el muro en 3D de la calle Embajadores en Madrid, no tienen un carajo que ver con ningún pikachu o alguna caricatura actual.
Dicen que a caballo regalado no se le mira el diente, pero debería el artista enfocar su obra a quien está dirigida, recordando que no es una galería convencional, si no la expresión más didáctica del populismo ecuatoriano quien la va apreciar, entiéndase como populismo a todos los que somos pueblo.