Todavía es frecuente en nuestro país escuchar la frase “roba pero hace obra”, que representa la forma de pensar de algunas personas que se han acostumbrado a la corrupción y a tolerar la falta de ética de los políticos a cambio de obras públicas.
En un estudio realizado en el año 2018 por el Latinobarómetro de las Américas nos encontramos un dato muy llamativo. De acuerdo a ese estudio un 44% de los ecuatorianos está de acuerdo con la frase “Se puede pagar el precio de cierto grado de corrupción, siempre que se solucionen los problemas del país”. Es decir que la corrupción se puede tolerar siempre y cuando ayude a solucionar algún problema. Esto no es más que otra forma de decir que el fin justifica los medios.
Esta forma de pensar nos hace mucho daño, ya que la corrupción jamás ayudará a solucionar los problemas del país, y siempre traerá consigo un precio muy alto que lo termina pagando la sociedad. Si bien es difícil cuantificar con exactitud el costo real de la corrupción, hay datos alarmantes que nos ayudan a entender la magnitud del daño que genera este problema.
En el 2018 el Foro Económico Mundial calculó que el costo global de la corrupción representa unos 2,6 billones de dólares al año y que al menos un billón de dólares correspondía a sobornos. Este monto equivaldría al 5% del PIB mundial. En otro estudio realizado en 2019 el FMI indica que los países con problemas de corrupción pierden al menos un 4% de su PIB en corrupción. Para que tengamos una idea, el 4% del PIB es lo que Ecuador invierte cada año en educación.
Un dólar que se va en corrupción, es un dólar menos en educación, salud, vivienda, seguridad, desarrollo. Con este dinero se podrían construir escuelas y hospitales, incluso se podría duplicar la inversión del Estado en educación. Con el dinero que se pierde en corrupción perdemos todos, y especialmente los más vulnerables. Ese es el verdadero precio de la corrupción.
La corrupción es un cáncer social que impide que se mejoren nuestras condiciones de vida. Cada acto corrupto crea beneficios ilegítimos para unos pocos, y costos y perjuicios para todos. Cuando escuchemos que un político roba pero hace obra, recordemos que nos está robando a nosotros mismos y que el precio de la corrupción siempre será nuestro desarrollo.
Lic. André Granda
Politólogo