– Oiga, compadre Indiscreto; usted que todo lo sabe y lo que no lo sabe lo inventa, ¿sabe cuál es la capital de Filipinas?
– Pues, cuál más va a ser, compadre Ulbio; la capital de Filipinas es Manila.
– ¡¿Manila?!… mmm… ¿O sea que de ahí proceden los famosos sobres de manila?
– Según, si tienen dinero adentro no proceden de Manila sino de otro lugar.
– ¡¿Del Congo?!
– Más bien del chongo.
– ¡Pe-pero! ¡Cómo van a provenir los sobres de manila del chongo!
– Bueno, al menos los que han sabido ir a parar en la Intendencia de Policía.
– No le entiendo ni jota… ¡¿De qué rayos me está usted hablando?!
– Pues, cómo me va a entender jota si yo no he dicho ninguna palabra con jota. Lo que yo le estoy hablando es del ventarrón.
– ¡Ele!… ¡Ahora me sale con otra cosa!… ¡¿De qué ventarrón me está usted hablando?!
– ¡¿No sentiría pues el ventarrón?! Aquel que pasó por la Gobernación, con tremendo sacudón no quedó ni para el cuento.
– Pues, sigo sin entenderle.
– Bueno, eso no me admira ya que sabido es que usted es corto de entendimiento. Pero parece que nuestra ciudad también se contagió de padrinitis, por influjo síquico del Gran Padrino. Porque uno de esos sobres de manila, con dinero adentro…
– ¿Los del Congo?
– No, los del chongo. Andaba circulando por ahí, y justo aterrizó por la Gobernación.
– ¡¿En serio, compadre?! ¡Esa no me la sabía!
– ¡Claro, pues! Si usted vive en otro mundo, compadre. Si fue algo muy alarmante. Una persecución por las vías tras el sobre de manila, hasta que la policía alcanzó al implicado cometiendo tal pecado, y… para sorpresa de todos… resultó que el implicado… ¡Era el mismísimo intendente!
– ¡Ah, chuta! ¡Pero qué barbaridad!
– Ahora pide la gente que se haga evidente a dónde iba ese billete que llevaba el intendente.
– ¡Ele! ¡Ya empezó a hablar en verso!
– Lo que pasa es que todo rima, mientras al hombre todo se le vino encima; porque parece ser que cayó el más inocente, ya que ha dicho el intendente, una vez tras el bote, que ese dinerote tenía otro destino…
– A ver, a ver; que todavía no le atino…
– Tampoco yo le atino a seguir el destino para dar con los peces gordos de este desatino. Porque no es la primera vez que se habla de sobornos, pues sabido es que en los contornos de nuestra querida Gobernación hay mucha tentación.
– ¡¿Tentación?! ¡Eso me interesa!
– ¿De pedir bajo la mesa?! Eso solo le interesa a quienes aman al demonio del metal… Y eso está muy mal; pues ahora se les durmió don Sata…
– Y les hizo meter la pata…
– La dos patas y las dos manos en la masa, compadre, y eso me parece que es tener poca madre. Y para sorpresa de la gente cayó el más inocente, me refiero al intendente; mientras el resto “bien nomás”, esperando que no hable demás.
– Bueno, ahora sí ya entendí lo del sobre de manila, que no venía de Manila ni del Congo, sino más bien de algún chongo.
– Ya era hora, compadre. ¿Ya ve que usted sí piensa cuando hace un esfuerzo? Ahora solo queda esperar que a pesar de la evidencia no pase lo de la presidencia y se ponga en ejecución una buena lección que ponga fin a tanta corrupción… ¡¿Lo ve compadre?! ¡Todo rima!
– Tiene razón compadre; pero eso de la lección… mmm… Veremos, dijo un ciego.
– Más bien una ciega; esa ciega que es nuestra Justicia, que no sabe por dónde anda ella misma mucho menos lo que andan haciendo esos funcionarios públicos que entran a las instituciones por pura política.
– Cada vez se nota más desesperación por robar en los estamentos gubernamentles.
– Así es, compadrito; como si presintieran que se acerca el final del gobierno del encuentro.