– Tío Indiscreto… ¿Me cuentas un cuento?
– Mmmmm… A ver, Jaimito; te voy a contar el cuento de la Caperucita Roja.
– Y… ¿Por qué se llamaba Caperucita Roja?… ¿Acaso era comunista?
– ¡Vaya, Jaimito! ¡Con las cosas que me sales! No me pongas en aprietos ni me compliques el cuento; digamos que solo le gustaba el color rojo.
– Está bien, tío…
– Bueno, la historia empieza el día en que a Caperucita Roja se le ocurrió realizar una sorpresiva visita a su abuelita.
– ¿Y por qué sorpresiva, tío?
– No lo sé, a lo mejor quería ver sí su abuelita no andaba en malos pasos. Así deberían hacer los organismos de control del Estado, para sorprender a funcionarios y políticos en sus triquiñuelas.
– Bueno, tío; sígueme contando…
– Cuando Caperucita entra a la casa y ve a su abuelita medio rara, medio como sospechosa, le dice: “Abuelita, que ojos tan grandes tu tienes”, y ella le responde: “Son para verte mejor”. Nuevamente, Caperucita mira a su abuelita y dice: “Abuelita, que orejas tan grandes tienes”, y la abuelita dice:
“Son para escucharte mejor”. Entonces Caperucita vuelve a insistir: “Abuelita, que nariz tan grande tienes”, a lo que la abuelita responde: “Es para olerte mejor”. “Pero abuelita… ¡Qué boca tan grande tú tienes! Y la abuelita ya cansada del interrogatorio le contesta: “¡Bueno, guambra malcriada! ¡¿Viniste a visitarme o a criticarme?! ¡Mocosa ésta!”.
– Pero… tío… ¡Así no es el cuento!
– Así también es en la vida real, Jaimito; tienes que aprender que los cuentos nunca son como nos lo cuentan.
– ¿Por qué lo dices, tío?
– No ves, Jaimito; ahora andan con el cuento de que los asambleístas no colocan a funcionarios en sus provincias, solo “re-co-miendan”.
– ¿Y qué diferencia hay entre “colocar” y “recomendar”, tío.
– Al menos yo veo algo más frontal en “colocar” antes que en al acto hipócrita de “recomendar”.
– ¿Y por qué tío?
– Porque todos sabemos que detrás de esas recomendaciones hay toda una bola de chantajes, chanchullos y prebendas, Jaimito. Así que no nos vengan con ese cuento de que solo “recomiendan”.
– O sea que a nosotros nos mantienen a puro cuento.
– Cuantos que ya nadie les cree, Jaimito; porque la gente es más inteligente de lo que piensan esos políticos mañosos.
– ¿O sea que no hay que confiar en esos políticos?
– Ni seguir su mal ejemplo, Jaimito; jamás debes convertirte en admirador de esa gentuza.
– ¿Y a quién entonces podemos tener como ejemplo?
– A los grandes pastacenses, como don Luis Constante Navas, que sin ser político ha aportado mucho al desarrollo de nuestra provincia; un verdadero ejemplo a seguir.
– Ah, sí; don Luchito Constante…
– Todo un personaje ilustre que lamentablemente nos ha dejado; pero su legado continúa; porque fue un formador de nuevos valores dentro de la radiodifusión, la televisión y el periodismo. De allí salieron muchos profesionales que hoy son un referente de la comunicación en otros medios.
– ¡Qué vida tan interesante la de don Luchito, tío!
– Así es; pero lo más destacable es que en toda su grandeza siempre fue un hombre sencillo, amable y educado; no como esos y esas arribistas que apenas alcanzan un cargo empiezan a tratar con despotismo a sus semejantes.
– ¡Qué pena que haya partido de este mundo, tío!
– El luto y la pena han llegado doblemente a nuestra provincia; porque también se ha ido otro grande, el licenciado Efrén Veloz ex locutor, periodista, cantante, animador de eventos y vicerrector del colegio Vicentino. Una víctima más del covid 19 y de la inoperancia de las autoridades que aún no logran implementar un centro de atención temporal para enfrentar este mal.
– Ojalá por lo menos pongan sus nombres a alguna calle.
– Sería bueno; pero lo más importante sería el reconocimiento que la juventud sepa darles; que los jóvenes los tomen como un ejemplo a seguir con orgullo en la ancha autopista de la vida.