– ¡Booooolos!… ¡Booooooooloooooooos!
– ¡Ele! ¡Que’s pues, compadre Ulbio! ¿Se dedicó mejor al comercio de bolos?
– Solo para ganar un dinerito extra, compadre Indiscreto; porque lo de la mecánica como que está bajo, bajo… ¡Ay, compadre! ¿Por qué los pobres tendremos que pasar por tanto sacrificio?
– ¡Cómo que por que tenemos que sacrificarnos! ¡Pues, para que los pobrecitos jueces y políticos puedan corromperse, compadrito! No ve que ellos necesitan obtener los dolaritos por miles y miles, sino no quedan satisfechos… ¡Y hasta pueden volverse locos!
– ¡¿Pero… usted cree que se vuelvan locos?!
– ¡Claro pues, compadre!… ¡E imagínese que anden por ahí un grupo de jueces orates impartiendo justicia alocadamente!
– Capaz que encierran a los denunciantes y premian a los delincuentes.
– Bueno, eso ya sucede con mucha frecuencia en estos días; el peor crimen que un ser humano pueda cometer es luchar por una causa justa; bien puede terminar en la cárcel o con una fuertísima multa.
– O sea que ya están locos mismo…
– Yo creo que sí; o bien están locos o bien se hacen los locos, y como nuestros honorables asambleístas andan alocando nuestras leyes para que sean enredosas y el pobre quede enredado en una horrorosa maraña y prefiera mejor no pedir justicia para sí.
– Y esos que andan jodiendo nuestra sociedad ganan por miles mientras nosotros por más que nos esforcemos no llegamos ni a los cuatrocientos…
– Por eso usted tiene que andar en dos trabajos, para que a los padres de la Patria no les falte holgura económica y no enloquezcan.
– Y yo que hasta ahora no he vendido nada… ¡Mire!… ¡Esta torre de bolos!
– Esa torre de bolos está como el Bolo Torres… En suspenso.
– ¿Seriooo? ¿Y por qué el Bolo Torres está en suspenso?
– Pues, porque es uno de los protagonistas de esa película de suspenso en la que el actor principal es el Aurelito…
– ¿Y cómo se llama esa película?
– “El bueno, el malo y el feo”. Y usted ya se imaginará quién es el bueno…
– Supongo que el bueno es el que ayudó en la captura del tipo de las botellas de whisky… ¡Pero… no me diga que el Bolito es el malo!
– No, no… ¡Cómo va a creer! Si medio buena gente es…
– ¡¿Entonces es el feo?!
– Bueno, sí; porque resulta el menos agraciadito de los tres; por eso anda metido en estos líos, porque necesita sus embellecedores.
– ¡Qué horror! ¡Estamos inundados de corrupción!
– ¡Y encima que el río Puyo se enoja y nos viene a inundar más todavía!
– ¡Oh sí, compadre!… ¡Y la pobre gente de La Isla otra vez agarrando sus cosillas y corre que te corre!… Y aún así insisten en no salir de sus casas a pesar del riesgo.
– Así es, compadre; mientras unos se inundan en billetes mal habidos, los más pobres se inundan no solo en agua sino en también en indignidad. Sin embargo, al final, los unos quedan como grandes señores mientras los que menos tienen son los más criticados.
– Pero y se han ofrecido soluciones en años anteriores… ¡¿Por qué seguimos con este problema?!
– Por que las soluciones que se han dado son como querer tapar un hueco excavando otro; no puedes reubicar a la gente y dejar atrás el espacio vacío; pues otra gente que necesita un lugar donde vivir va a ocupar el espacio que dejaron los que se fueron… ¡Es un círculo vicioso!
– ¡¿Y entonces que se puede hacer pues, compadre?!
– Levantar un proyecto de regeneración urbanística en armonía con la dinámica del río, pues compadre; sí hay algo ahí ya nadie va a querer levantar sus viviendas en un lugar que no es apto para habitar.
– ¡¿Pero cuándo habrá un proyecto así?! ¡Un verdadero proyecto!
– Eso Diosito averigüe y perdone; mientras tanto, mejor vamos a los volqueteros, antes de que el río Puyo se enoje más y nos deje hasta sin eso.
– Pues… ¡Vamos, compadre!