– Pase, compadre Indiscreto. Entre, tome asiento. ¿Qué lo trae por acá?
– ¡¿Qué hace pues, compadre Ulbio?! ¡Escondido es su jacal! Lo busco por la calle y no lo puedo encontrar, me asomo por la ventana y no lo alcanzo a divisar. Hasta que al fin lo hallo en total oscuridad.
– Es que estoy viendo la carrera de Richard Carapaz. ¡Berraco ese compadre! ¡Bien berraco! Como el Rey de la Montaña se logró coronar.
– ¡Chiii! ¡Este compadre Ulbio! ¡En lo que le vengo a encontrar! ¡Mejor cambie de canal!
– No diga tonteras compadre. A mí me gusta todo lo que es deporte. Ahora a usted, como no le gusta nada.
– Le gusta el deporte, pero solo ver y nada de practicar. Por eso está así de pipón que más parece Sancho Panza.
– A ver, no ofenda compadre. Es verdad que estoy con unas libritas demás; pero eso no es para que en mi cara se me venga a mofar. Yo no estoy gordo, estoy lleno de bondad.
– ¡¿Lleno de bondad?! Más bien lleno de manteca, diría yo. Si está más pipón que los pipones de la administración municipal.
– ¡Ele! ¿Y ahora porqué los mete a ellos en su colada sin sal? ¿Qué tiene que ver el municipio con mi pancita?
– Es que no lo digo yo compadre, lo dijo el comisario de la Comisaría Municipal, que ahora dizque es unidad de juzgamiento y otras yerbitas más…
– ¿Y qué dijo, pues, el cabeza de chupete, digo, el comisario municipal?
– Dijo que está lleno de gente pipona que no quiere trabajar. Que se ganan el sueldo sin hacer nada y no quieren colaborar. Y por eso ya los ha reportado a la máxima autoridad, para que vea que hace con tanto pipón.
– ¡Chuta, compadre! Decirles pipones a sus compañeros me parece muy mal, los pipones que dice son sindicalizados, con nombramiento final. Nada ha de poder hacer la máxima autoridad. Mejor ellos pueden ver caer la cabeza pelada del comisario municipal, antes que pretender botarlos por no querer trabajar.
– Así como usted dice, compadre, ya le han declarado la guerra y le han dicho: “¡Vamos a ver quién se va!”
– Bien hecho compadre, aunque todo lo que dice sea la pura verdad, jeje.
– Otros más pipones ha denunciado la señorita concejala.
– ¡Ele! ¡¿Que’s pues compadre?! ¡¿Otros más pipones que estos?! ¡¿Y cuáles más serán?!
– Su nombre no le voy a revelar; pero dizque es alguien de alto rango en una unidad municipal se está llevando los contratos para engordar su núcleo familiar. Y, lo que es peor, por el ojo tuerto de la misma autoridad.
– ¡A ver, compadre! Sea más claro, ya me puso a pensar…
– ¿No ve que soy milagroso? Ya le puse a pensar. Pero lo que usted no piensa es lo que dice la concejala; que eso de elevar al portal es puro cuento, llaman a concurso solo para aparentar; pero que, en definitiva los contratos, ya se sabe quién los va a ganar; uno es su esposo y el otro su cuñadito. ¡¿Qué tal?!
– ¿Será que de eso nada sabe la máxima autoridad?
– ¿No le digo que por el ojo tuerto le están haciendo la maldad? según dice la concejala, parece que es bajo su misma complicidad, porque por dos veces ha puesto un insisto para que se les pueda pagar.
– ¡¿Y ahora compadre?! ¿Qué quiere la señorita concejala?
– Que la Contraloría se ponga a investigar pues. Porque clarito está, aquí hay tráfico de influencias y es un delito que se tiene que sancionar.
– ¡Chuta compadre! Entre pipones y piponazgo estamos andando muy mal. Mientras hay tanta gente honesta que quisiera trabajar, tanta gente buena que solo espera una oportunidad. Como dicen por allí, los honestos somos más.
– ¡Bien dicho, compadre! Y yo llamándolo a usted pipón por sus libritas demás; si los pipones son otros que están haciendo quedar mal. Perdóneme compadre, no lo vuelvo a denigrar; vaya a ser que me denuncie como al comisario municipal, je, je.
– No compadre, eso no. Ya le dije, yo no estoy pipón, estoy rebosante de bondad.
– Bueno, con que la manteca sea de buena calidad nomás, jeje.