Por: Edwin Mosquera G.
A viva voz se reclama el derecho a elegir y ser elegido, y ya se ventilan los primeros esbozos de candidatos, uno que otro repetido, otros que ya fueron rechazados, por último, uno que otro neófito en búsqueda del poder que le otorgue el mandante para descaradamente ocupar un puestito que le permita devengar todos y cada uno de los favores que los llevó a nombrarse como ganadores.
Pues bien, partiendo por la candidatura del muñeco de cartón, quien carajo se va arriesgar a ser su binomio a sabiendas de sus alcances con la actual vicepresidenta, o peor aún conocedores de su hasta ahora demostrada incapacidad para gobernar y comportamiento misógino con cualquier miembro femenino que esté a su lado, para muestra un botón, la madre de su hija primogénita y la venganza contra la expatriada en medio oriente.
Ya, se huele a mestizos tomando chicha, comiendo maitos en busca de unos votitos, a personalidades con cuello blanco besando a niños y a todo quien se atraviesa en la vía pública, que con gel antibacterial en mano apapachan a todo cuanto sea posible, teniendo en consideración que ahora autodenominarse indígena a más de ser ventaja en la carpeta de méritos y oposición con wiphala y poncho en mano saldrán a conquistar las conciencias impasibles que otra vez sedujeron al pueblo.
Es asombroso con qué elocuencia se escucha a los precandidatos, que cual feromonas seducen y endulzan el oído popular, provocando una erección de conciencia que sin duda alguna terminará en una eyaculación precoz de resultados penosos, en palabras entendibles, más o menos es como ese chuchaqui moral que te da cuando rebobinas los eventos flasheados de una experiencia del tipo Hangover, pero en este caso libre de sustancias psicotrópicas con resultados electorales.
Todos tenemos derecho a pretender u ostentar un cargo de elección popular, y tener la oportunidad de administrar la cosa pública, pero la historia nos ha demostrado que no solo hay que querer, si no también conocer, verbo y ley lo que se está viviendo a niveles de gobiernos nacionales y seccionales, la elección del candidato no debe llevarse por el más popular si no por el más capaz quien posea el conocimiento y la destreza no quien sea el o la más simpático, si no deberían llamarse elecciones de misses simpatías gubernamentales y no elecciones de autoridades gubernamentales.
Hay que reconocer que han existido varios y notorios esfuerzos de personalidades que se han destacado en sus puestos, pero son uno en un millón, muchas de las veces hasta parece castigo divino que sea uno mismo quien busque los azotes, pero lamentablemente somos así, preferimos aquella excitación auditiva en campaña con la esperanza que con un coitus interruptus sea una buena elección.