– “¡Carmen, se me perdió la cadeniiitaaa…!”
– ¡¿Qué es lo que canta usted, compadre Ulbio?! Lo que se perdió fue la retroexcavadora.
– Pero… ¡¿No dicen que ya la encontraron, compadre Indiscreto?!
– Así es, compadre; entonces mejor cante esa que dice: “Carmen, encontré la maquinita”.
– Bueno, compadre; mejor cuente cómo estuvo la movida esa de la maquinita.
– Verá compadre; a los ocho días del robo y cuando ya estábamos perdiendo las esperanzas diciendo que ya había caído en el deshuesadero, resulta que estaba más vivita y trabajando.
– ¿Y dónde ha estado? ¿En Morona Santiago mismo?
– Así creía el señor prefecto; que la pista apuntaba hacía la provincia de Morona Santiago. Pero eso solo ha sido un despiste; porque resulta que más bien se la encontró para el lado opuesto, en la provincia de Sucumbíos; nada más y nada menos que por el lado de la guerrilla, trabajando para los irregulares.
– ¡Pero, que gran despiste!
– Claro pues, se necesitó la bola de cristal de una bruja para poder dar con el paradero, en plena selva, en un sitio donde no llega ni el sol de puro miedo.
– ¿O sea que se tuvo que recurrir a lo paranormal?
– Sí, compadre; porque en estos días ya lo normal sobrepasa a lo extraordinario; figúrese que según la bola de cristal se utilizaron cuatro plataformas diferentes para poder trasladar tremenda máquina y así despistar por si les seguían el rastro.
– ¿Y cómo han logrado desenredar el despiste?
– Pues, así mismo se han destinado cuatro agentes secretos especiales de la policía, de esos que nada se les escapa, que te hallan rastro hasta en el aire que respiras y son capaces de llegar hasta el mismísimo infierno y dar con el cuerpo del delito. Y así fue como llegaron a ese lugar tan feo.
– Más o menos tipo James Bond 007…
– Más bien como el Súper agente 86, con el zapatófono y el cono del silencio; pero lo importante es que la encontraron y le quitaron un peso de encima al señor prefecto, un peso que pesaba más que su conciencia o mejor dicho más que la misma máquina.
– Ah claro; es que el cargaba con todo el peso de la responsabilidad, y eso sí que es pesadíiisimo.
– Además de las conjeturas de esa gente lengua larga, que ni corta ni perezosa ya andaba entre que si que no, que no que sí, que aquí huele mal, que parece que hay gato encerrado, que cómo es que sabían y no sabían, que ¿qué mismo será?.
– Bueno, con tanto tapujo que hay en la política, al pueblo lo único que nos queda es dudar e imaginar, pues compadre.
– Sí hasta la señora viceprefecta metió su cuchara diciendo que el dedo apunta hacia tal y cual. Creo que el prefecto tuvo siete noches sin dormir.
– Hasta que ¡BINGO! le avisaron que apareció el juguete, lo que no tardó en dar a conocer y agradecer a manos llenas a la policía nacional…
– ¡Qué felicidad!
– Figúrese que tanta fue la emoción del prefecto que hasta anunció que en las fiestas de la provincia hará un acto especial de reconocimiento público a los cuatro agentes de policía, con una condecoración y la entrega de oreja y rabo por tan loable hazaña.
– ¿Y qué paso con los choros? Con los autores del delito.
– Eso siiii… Diosito averigüe y perdone. ¡Quiénes tan serían! Ni pista de los traviesos que hicieron tremenda travesura, o los magos que de la noche a la mañana hicieron desaparecer tremenda máquina como por arte de magia y volverla aparecer tan lejos.
– Y sin que nadie se haya dando cuenta durante tantas horas de camino, hasta llegar casi a la línea de la frontera, poquito más y llega a Colombia; ahí sí que no la hallaban nunca.
– Así que, que no se le dé a nadie ningún premio, ni oreja y mucho menos rabo, hasta que no hagan aparecer también a los implicados en este maquinicidio, que según las sospechas parece que no son ningunos desconocidos; porque según dijo el mismo prefecto, ya hay nombres y que caiga quién tenga que caer.
– ¡Eso, así debe ser!
– Cuidado cae usted también, pero de borracho ja, ja, irá con cuidado, no ve que la policía dice que ha caído harto detenido por conducir en estado de borrachera, por eso le digo irá con cuidado.
– ¿Qué pasó, compadre? Si yo soy abstemio.
– ¿Abstemio? ¡Ele qué’s ps! Ya se quiere cambiar de nombre; usted se llama Ulbio y punto.