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Juan Escobar, un pionero de las artesanías de balsa en Pastaza

por Andres Ortega

Juan Escobar, nacido un 5 de noviembre de 1960 en Puyo, es un emprendedor nato que desde joven mostró su amor por la Amazonía y un espíritu pionero que heredó de su padre, Amadeo Escobar, uno de los primeros comerciantes de la ciudad. Decidido a continuar con el legado familiar, Juan se formó profesionalmente en Administración de Empresas en la Universidad Central del Ecuador, dotándose de herramientas que le permitirían fortalecer su vocación emprendedora.

Hijo de la selva y del río Puyo, Juan creció en una Amazonía donde los ríos eran limpios y la vida silvestre abundaba. Aprendió a domar el caudal del río, deslizándose en una canoa de madera entre bandadas de loras y guacamayos que coloreaban el cielo, y nutrias y caimanes que habitaban sus aguas. Su infancia transcurrió en la finca de su padre, donde hoy se extiende el Paseo Turístico; entonces, gigantes árboles y gruesas lianas tejían el paisaje. De niño, se colgaba de las lianas y se lanzaba como un Tarzán amazónico, inspirado por las películas que veía en el Teatro Amazonas, donde los sueños de aventura cobraban vida.

Siguiendo la huella de su padre, Juan se convirtió en pionero de las artesanías de balsa, exportando el arte amazónico y compartiendo un trozo de la selva con el mundo. Hoy, como padre de tres hijos y abuelo de siete nietos, su legado perdura no solo en su familia, sino también en cada historia y cada creación que nace en esta tierra.

La imagen de él en una canoa revive el antiguo balneario en el Dos y Medio, un rincón en el río Puyo que aún guarda sus memorias, donde una pequeña cascada cantaba su eterna melodía.

En la historia, se ha escapado un verso, 

uno que habla de números, ecuaciones y esfuerzo. 

Es un sabio del álgebra, un mago de la razón, 

que transforma problemas en simples soluciones con su don.

Con paciencia y claridad en cada explicación, 

ha guiado a muchos chicos hacia la superación. 

Donde otros ven muros, él muestra caminos, 

y los lleva, paso a paso, de la mano como amigos.

A los chicos suspensos, les devuelve la esperanza, 

les enseña que en cada número hay un ritmo, una danza. 

Así, su legado no es solo una cifra o un signo, 

sino el brillo en los ojos de quienes él ha sido digno.

En el lienzo de su historia, esta parte hay que pintar: 

un gran matemático que supo, con corazón, enseñar.

FOTO: Juan Escobar en uno de sus talleres de artesanía de figuras en balsa

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