Inicio Opinión ¿¿La desgracia como espectáculo?? La importancia de no transmitir la cruda realidad en estado bruto

¿¿La desgracia como espectáculo?? La importancia de no transmitir la cruda realidad en estado bruto

por Andres Ortega

Por: Lic. Gustavo Tuston

El periodismo nunca ha estado ajeno a las debilidades propias del oficio, tampoco de los estilos cuestionables en la presentación de las noticias, como el sensacionalismo, que, en principio, se refiere al hecho de magnificar maliciosamente una noticia para llamar la atención.

  Pero con la evolución de las TICs (Tecnologías de la Comunicación e Información) también vinieron otras formas y formatos de recoger y presentar audios y sobretodo videos, realizados por aficionados, ya que, en la época actual, cualquier persona, con un teléfono celular, con características básicas (pero con acceso a internet), tiene en sus manos una radio-grabadora, cámara de fotos y videos, con su respectivo micrófono incorporado. De hecho, desde la aparición de la comunicación 2.0 cada persona es un medio de comunicación.

  Si, por ejemplo, en nuestro pueblo ocurre un incendio, un crimen o la muerte trágica de un ciudadano, por supuesto que aquello merece cobertura mediática y aunque para su presentación, se debe hacer uso de imágenes explícitas, estas deben ser debidamente analizadas y procesadas.

  Los profesionales en la comunicación deben tener el criterio formado para discernir la forma correcta en la recolección de la información y la presentación hacia el público, despojándose de ese tinte de espectacularidad, peor aún, pretendiendo convertirse en el héroe o en el protagonista de la noticia, o por la mera intención de querer ganar “likes” para la “fanpage”, ya que eso, se constituye en un despropósito.

   La razón por la que es incorrecto sobredimensionar la cobertura de una noticia dramática, es porque la desgracia, reducida al espectáculo, no aporta al análisis o a la reflexión. Por el contrario, mostrar imágenes sangrientas, rostros de personas vulneradas, escenarios de tristeza, de manera indiscriminada, solo despierta el disfrute de ciertos espectadores con conductas de perversión.

  Si bien es cierto que el deber del periodista es informar y en la medida de lo posible presentar la verdad (a veces no se puede llegar a la totalidad de la verdad, pero son verdades periodísticas, cuando se sustentan en evidencias), no es correcto ofrecer la cruda realidad en estado bruto, ya que generaremos la tendencia de normalizar el horror, cayendo uno mismo en la barbarie y motivando a la sociedad a la indiferencia ante las tragedias.

  He aquí un llamado a la ética, al buen criterio de los profesionales de la comunicación y de la ciudadanía, a no escudarse en la libertad de expresión para publicar imágenes, videos o transmisiones que puedan herir la susceptibilidad de niños y personas sensibles. Presentar una información, como toda acción humana, debe ser un aporte positivo a la sociedad.

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