– Hola compadre Indiscreto. ¿Hacia donde se dirige tan raudo y sonriente?
– Voy a una fiesta de quince años, compadre Ulbio.
– ¡¿Quince años?! ¡¿Tan largaaa?!
– No sea menso compadre; me refiero a que alguien cumple quince años.
– Ahhh… ¿Y quién es la o el hojomeneado… digo, homenajeado?
– ¡¿Qué?! ¿Acaso no se ha enterado, compadrito? Nuestro Semanario El Observador está cumpliendo sus quince primaveras.
– ¡¿En serio, compadre? Vaya pues, no me enterado. ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Quince primaveras!
– Y tres inviernos, compadre.
– ¡¿Quince primaveras y tres inviernos?! ¡Entonces, serían dieciocho años!
– No, compadrito. Con “inviernos” me refiero a las veces en que se nos ha pretendido doblegar ante la Supercom, por haber denunciado las travesurillas de algunos politiquirijillos.
– Ah, sí compadre; de eso sí me acuerdo bien clarito. Un alcalde que se enojó porque hicimos chistosa su genialidad de que el óxido de hierro de los tanques de agua eran alimento, un fiscal que se sintió aludido porque justo la historia que contábamos era similar a la suya.
– Y un loquito que se enojó por nuestras locuras; todos ellos decidieron aprovechar la flamante institución inquisidora creada por un gobernante que se creía sumo pontífice medieval.
– ¿El loco Freddy?
– ¡Nooo! ¡Qué va! Si nuestro querido loquito Freddy es el más sensato de cuantos locos existen en esta amazónica tierra. Mientras otros locos, o que se hacen los locos, hasta nos restriegan en la cara sus riquezas mal habidas, el loquito Freddy nos enseña libre y sinceramente las pobrezas que Dios le ha dado, sin quitarle nada a nadie.
– Bueno, eso sí. A veces yo mejor quisiera estar loco para no ver tanta pendejada que se ve; sobre todo por parte de los politiqueros y ciertos funcionarios.
– Así es, compadrito. Pero ahora lo que debemos es estar locos de alegría; porque no todos los días se cumplen quince años. Y aunque por motivos de fuerza mayor, por todos conocidos, no podemos festejar a lo grande como quisiéramos; no debemos perdernos la alegría de haber sobrevivido tanto tiempo bregando contra viento y marea.
– Chuta; en eso sí tiene toda la boca llena de razón, compadre. Pero, cuando llegue la decimosexta primavera… ¡Ahí sí nos desmandamos!
– Ojalá compadre; porque al ritmo que vamos uuuuu… Ni siquiera hay la certeza que tengamos pronto las vacunas; a pesar de las sabrosas ofertas de los candidatos que nos las ofrecen por millones…
– Como si los gringos fueran a aflojar. ¡No, pues! ¡Si primero tienen que vacunarse toditos ellos!
– Claro, y como creo que son trescientos millones de gringos, y más los europeos… ¡Ay compadre! ¡Nosotros estamos al final de la cola!
– Y con esta pendejada de gobernantes que tenemos, y aún no sabemos qué nos deparará nuestro electorero destino, si saldrá bueno o malo el próximo gobierno… ¡Esto es como la ruleta rusa!
– Ojalá fuera como la vacuna rusa y no como la ruleta; porque a la final ni siquiera la vacuna rusa creo que va a llegar, porque ya los europeos le están guiñando el ojo al Putín para que deje de mandar vacunas a Latinoamérica y se las entregue a ellos primero.
– Y nosotros seguiremos esperando… ¡A este paso creo que ni los veinte años de nuestro semanario vamos a poder festejar como es debido!
– Bueno, tampoco seamos tan trágicos, compadre; ya lo dice el dicho: No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista…
– Pues, mi cuerpo ya no resiste…
– Lo que ya no resiste es su ropa de tanto soportar ese cuerpo. ¡Ya párele, compadrito! Mientras más crisis hay usted más gordo está.
– Es que como de la pena, compadre.
– Pues si ese es el pretexto, alégrese de esta nuestra gran fiesta rosada y así tal vez baje de peso.
– Como usted diga, compadre. Hoy vamos a estar alegres y optimistas de que este virus va a dejar de atormentarnos y nuestros políticos se van a volver honrados y generosos.
– Bueno, tampoco hay que exagerar, compadre. Lo primero es posible que por algún milagro suceda; pero lo segundo síiiiiii… tal vez solo suceda cuando los sapos bailen flamenco, como dice la canción.
– Entonces conformémonos con lo primero, por ahora; y lo segundo ya veremos después. – Así es mi estimado y nunca bien ponderado compadre Ulbio. Así que vamos a mejor a brindar por estos quince y que ojalá sean muchos má