Inicio EntretenimientoIndiscreto La increíble y triste historia de Caín, el bueno

La increíble y triste historia de Caín, el bueno

por Andres Ortega

Esta es la historia de Caín; pero no de aquel Caín malo que mató a su hermano Abel por envidia, luego de que su madre se comiera… mmm… No recuerdo que fue lo que se comió, si la manzana o el membrillo… Bueno, eso no importa ya, el caso es que por culpa de esa glotona la estamos pasando las de Caín.

Bueno, como dijo un dermatólogo: vayamos al grano, y es así que Caín, el bueno, tenía el corazón tan noble, que cuando una terrible peste azotó a su región; el se compadeció de sus conciudadanos que sometidos a una rigurosa cuarentena la estaban pasando muy mal para conseguir alimentos.

Entonces se dirigió, en medio de una feroz tormenta, al reino de su madre Tierra y le suplicó a ésta que le brindara sus mejores frutos para poder distribuirla entre sus paisanos y así palear en algo la amarga situación por la que estaban atravesando.

Pero, como es demás conocido, toda buena acción despierta la malicia, la suspicacia y la envidia de quien acapara poder y teme ver disminuida su influencia. Es así que llegó a oídos de la malvada hechicera  Kristenia, soberana de aquel reino, la caritativa labor de Caín.

¿Y quien fue el que le fue con el chisme a Kristenia? No se sabe, los chismosos pululan por doquier, y ni aún estos distantes parajes se libran de esas escurridizas serpientes cizañosas que buscan congraciarse permanentemente con el poderoso para obtener alguna pequeña dádiva.

El caso es que Kristenia montó en cólera: “¡¿Quién se atreve a hacer obra piadosa en mis dominios?! ¡Cómo que feriecitas para ayudar a la gente?! ¡Soy la reina de esta región! ¡El pueblo solo me debe gratitud a mí!”

Así que la reina hechicera llamó a su ministro de agricultura: “¡Magapo! ¡Magapo! ¡Ven aquí enseguida!”. Presuroso y casi tropezándose entró el interpelado en el aposento de la misteriosa mujer: “Aquí estoy majestad, a sus pies; ordene nomás”.

“Ya te enteraste de lo que ha hecho Caín”, dijo la hechicera. “Sí, su majestad; supe que asesinó a su hermano Abel”, respondió Magapo. “¡Si serás estúpido! ¡Por qué tengo la mala fortuna de estar rodeado de ineptos!” vociferó la reina agarrándose los cabellos: “No me refiero al Caín bíblico, sino a ese loco que anda diciendo que su madre es la Tierra”.

Aclarole entonces la reina el panorama: “Dizque anda haciendo ferias populares para proveer alimentos a los encuarentenados, y eso es algo que nos corresponde a nosotros…” Interrumpiole el destartalado ministro: “¡Pero majestad… Sí usted misma lanzó la maldición de esa peste sobre la región!

“¡Cállate, palurdo! Eso solo lo sabemos tú y yo; pero debemos fingirnos los salvadores, para así ganarnos la gratitud eterna de esta chusma…” “Sí mami… ¡Chusma, chusma!” “¡Grrrr, no puede ser! ¡Por qué tuve que nombrar ministro a un tarado!” “Pues, porque soy tu hijo, mami”.

“Bueno, bueno; olvidemos eso. Hay que tomar acción inmediata en contra de Caín” dijo la reina. “¿Y qué es lo que vamos a hacer?” preguntó Magapo. “En primer lugar, hay que prohibir las ferias que está organizando”. “¿Y bajo qué excusa?” interrogó el ministro angustiado…

“Utiliza cualquier ley de las muchas que tenemos, ya sabes que leyes nos sobran” respondió la hechicera ante la inquietud de su ministro. “Muy bien majestad, y… ¿luego de eso qué?” Inquirió el funcionario. “¡Luego de eso organizas las mismas ferias pero a mi nombre, jajajajajajajaja!”

Y fue así como Caín fue desplazado y quedó despedazado; sus ferias fueron declaradas “ilegales” y reemplazadas por otras, aunque parecidas pero “legales”, organizadas por Magapo… Porque el cálculo político de una hechicera importa más que las angustias de todo un pueblo.

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