– Bueno, compadrito Indiscreto; el domingo son por fin las elecciones. ¿Usted por quién va a votar?
– Pues, compadre Ulbio; usted no debería preguntarme por quien voy a votar; ya sabe que yo no voto por personas, sino por ideas.
– ¡¿Por ideas?! ¿Y si le ofrecieran un millón de dólares para que vote por una persona?
– Pues, en ese caso, si votaría por cualquiera; porque la idea no es tan mala.
– ¡Ele! ¡Ahí si no! Por la plata hasta se cambia de ideales.
– ¡Eso mismo es lo que hacen los políticos, pues! ¡¿Acaso no ve?! Los que ayer eran de izquierda ahora son de derecha, y los que eran de derecha ahora son más revolucionarios que el Ché Guevara.
– Bueno, en eso sí tiene toda la boca llena de razón, compadre.
– Por eso le digo, compadre, nunca hay que confiar en los políticos, así sean de derecha, de centro o de izquierda.
– ¡Pero no hay que ser tan drásticos! Alguno ha de haber que sea honesto.
– Mire, le voy a contar una anécdota que sucedió hace pocos días.
– A ver, a ver; cuente, cuente…
– Pues resulta que dos políticos, uno de derecha y uno de centro se subieron en un avión; el uno se sentó junto a la ventana y el otro en el asiento del medio. Pero, al momento de despegar, un político de izquierda se sentó en el asiento del pasillo, junto a los otros dos…
– ¿Y? ¿Entonces? ¿Qué sucedió?
– Entonces el político de izquierda se quitó los zapatos y se disponía a dormir, cuando el político de derecha dijo: “Creo que voy a levantarme por una cola”.
– ¿Y qué pasó?
– Que el político de izquierda le dijo: “No se levante, no hay problema, yo se la traigo”.
– ¡¿En serio?! ¡Qué amable!… ¿Y de ahí?
– En cuanto el zurdo fue por el refresco, el derechista tomó uno de los zapatos y escupió dentro…
– ¡Chuta! ¡Ele! ¡Mejor porque le hace el favor!
– Eso no es todo; pues, en cuanto el zurdo volvió con el refresco, el político de centro dijo: “Ya se me antojó; yo también voy a ir por una cola”.
– Y… ¿Qué pasó entonces?
– Que nuevamente el izquierdista se levantó amablemente y fue a traerle también una cola. Pero, en cuanto se fue, el centrista tomó el otro zapato y también escupió dentro de éste.
– ¡Qué bárbaro! ¡No lo puedo creer!
– Pues créalo, compadre! Entonces, el izquierdista regresó y todos se sentaron por un buen rato sin hablar. Pero cuando el avión estaba aterrizando, el izquierdista se puso los zapatos y descubrió lo que había pasado…
– ¡Chuuuzo! ¡Ahí si se ha de haber armado la grande!
– ¡Pues claro! El político izquierdista se puso muy serio y les dijo a los ostros dos políticos: “¡Bueno! ¡¿Hasta cuando va a seguir esto?! ¡Este celo entre colegas de la política! ¡Este odio! ¡Esta animosidad! ¡Este escupir en los zapatos y orinar dentro de las colas!”
– Jajajajaja… ¡Eso estuvo pior! ¡Orinarse dentro de las colas! Jajajajaja…
– Eso es lo que hacen, orinarse encima de sus ideas y vomitar toda clase de promesas, como que fueran a solucionar la vida de todos y cada uno de loa habitantes de esta tierra.
– Por eso no hay claridad en la ciudadanía de por quien debería votar.
– ¡Qué claridad va a haber! ¡Si todo esto es una mezcolanza!
– ¡¿Una mezcolanza?!
– Sí pues: una mezcolanza de camisetazos, intrigas, traiciones, promesas incumplibles, bajas pasiones, noticias y encuestas falsas, sonrisas fingidas, etcétera, etxétera.
– Pero… ¡¿De qué se extraña, compadre?! Si siempre ha sido así.
– No siempre ha sido así. Antes los políticos eran firmes en sus convicciones y se merecían nuestro respeto. Los que eran de derecha morían derechistas y los que eran de izquierda morían izquierdistas.
– En eso sí que tiene razón compadre; lo que es ahora, ¡puf! ¡Cambian nomás de discurso de la noche a la mañana!
– Lo que pasa, compadre, es que la política es el fiel reflejo del deterioro de nuestra sociedad. ¡Todo está corrompido! ¡Sálvese quien pueda!