Por: Guido Calderón
Ecuador tienen un extenso andamiaje legal que norma y regula toda actividad turística, asumiendo que quien no lo cumple: no es turístico.
En el espectro médico: si no cumple las leyes en relación a capacitación del personal y equipamiento; no puede anunciarse como una clínica. Sin embargo, Ecuador está lleno de curanderos, charlatanes con programa radiales, bahías repletas de medicinas falsas donde recetan y sanatorios clandestinos.
En turismo pasa algo similar o peor. Un hotel cinco estrellas o una covacha, son igual de turísticos -al menos las clínicas piratas son clausuradas-, un restaurante costosamente equipado o una venta de librillo en carretilla, también son turísticos. Todos en este país sentimos que somos una atracción o propuesta turística, sin necesidad de capacitación, calidad o peor: pagar impuestos. Estamos atrapados en un populismo turístico, donde la vulcanizadora que atiende con aire a los coches de los turísticas, el puesto de venta de mote y el eléctrico trepado en el poste, sienten que tienen derechos a ser reconocidos y promocionados como servicios turísticos, porque su actividad incide en el turista.
Ser hotelero, invertir acorde a las nuevas tendencias, promocionar el destino, crear fuentes de trabajo legal correctamente remunerado, cumplir requisitos de varias entidades de control y pagar más impuestos cada año: es un suicido financiero. Es mejor abandonar la tutela del MINTUR y poner las habitaciones en las Apps de intermediación, que nadie controla ni cuestiona.
En el concepto global, todo es turístico, así lo entiende la mayoría de la población y exige a sus gobernantes más beneficios, exoneraciones y ser incluidos en campañas promocionales. En legalidad: turístico es lo que está amparado por el Ministerio de Turismo, quien está al margen de las leyes pertinentes: no lo es. O somos un país turístico y a traemos turistas reales, organizados, contabilizados; o somos el país de las huecas, el librillo y atraemos a sus comensales. /GC