– ¡Qué fue, compadrito Ulbio! ¡¿Qué es de su vida?! No le he visto desde el paro. ¡¿Qué se cuenta?! ¡¿Qué hay de nuevas?!
– Nada de bueno, compadre Indiscreto. Yo aquí nomás sigo. con el último palito…
– ¡Qué’s pues! ¡No sea así compadre Ulbio! ¡¿Qué no ve que nos pueden estar leyendo menores?! ¡Qué viene aquí a estar revelando sus intimidades! Uno le saluda educadamente y usted sale con esas patanadas… ¡No hay derecho, compadre!!!
– ¡Ninguna patanada, compadre! Usted es el mal pensando; mente cochambrosa. Yo me refiero a este palo de leña. ¡¿No ve que sigo jodido cocinando todavía en leña?!
– ¡Ele! ¡¿Todavía no conseguirá gas?!
– No, compadre. Y la jefa me tiene jodido: que anda busca por allá, que por acá, que por más arriba; y este el último que me queda, y eso que hasta le robé las tablas al vecino de la construcción del otro lado de la esquina.
– ¡Pero no sea coño compadre! ¡Vaya y compre el gas! ¡¿No ve que ya se normalizó compadre?! Hay gas en todas las distribuidoras.
– ¿”Hay gas” dice? Jaja, no me haga reír que me salen arrugas. ¡¿Dónde hay gas para ir corriendo?! Habrá, pero para usted que es pelucón y paga no más a lo que sea, uno como es pobre qué va a pagar hasta tres veces más de lo que cuesta.
– ¡Pero… si dicen que hay gas hasta para inflar globos!
– Mire, compadre; en los puestos no hay gas. ¡Ni poniéndose de rodillas quieren vender al pobre! Obviamente porque uno con sesenta no es nada, para lo que andan vendiendo hasta en cuatro dólares por cilindro en los barrios exclusivos.
– ¿Acaso no vive usted en barrio privado?
– ¡¿En barrio privado?! ¡Claro pues! Privado de agua, privado de luz, privado de todo; por eso el carro del gas ni se asoma. O sea que también estamos privados del gas.
– ¡Denuncie a las autoridades, entonces! No que quede de brazos cruzados; porque, según dicen, el ochenta por ciento de lo que llega debe ser comercializado solo en los puestos y apenas el veinte por ciento en los vehículos distribuidores.
– Más bien ha de ser al revés, compadre. Porque no hay gas para nada. Uno más lo que llega sudando con el tanque al hombro, hace una larga fila y nada, se regresa con el tanque vacío.
– ¡Chuta! Eso sí que está triste.
– En cambio, en las propias narices de uno, llega un sangre azul con su carrazo, paga lo que sea a precio de camión y se va llevando hasta tres tanques… ¡Qué ha de ser justo compadre!
– ¡¿No le digo?! ¡Denuncie a las autoridades, compadre!
– ¡¿Qué autoridades, pues?! ¡Si estamos peor que el gas! ¡No hay nadie! No hay gobernador, no hay intendente, no hay jefe político, no hay comisario nacional. ¡Nada! ¡Absolutamente nada! ¡Esto es tierra de nadie!
– Pero, no dizque estamos en el gobierno del encuentro.
– ¡¿En el gobierno del encuentro, dice?! Pero si no se encuentra una autoridad ni buscando con palo de romero.
– Allí si tiene toda la boca llena de razón compadre; la gobernación está en acefalía…
– ¡¿En dónde dice que está?!
– En “acefalía”. Quiero decir que está sin cabeza. Como se ve que para el gobierno del encuentro nuestra provincia no se encuentra en el mapa, simplemente no existe.
– Así es, compadre. Acá los amazónicos le importamos un cacahuate.
– Sí pues, compadre. Desde que renunció el incendiario… mejor dicho, le obligaron a renunciar, no se han dignado en designar ninguna otra autoridad.
– ¡No le digo compadre! Por eso aquí siguen haciendo lo que les da la gana y no hay quién ponga orden. Hasta en los productos de primera necesidad, hay cosas que siguen por las nubes.
– Ya llevamos dos semanas y siguen con el pretexto del paro, el paro… ¡Cobrando a precios exorbitantes! y no hay quién haga control de eso… Mejores me voy nomás a pegar el último palito, para desahogar las iras… ¡La rabia que llevo dentro!
– Entiendo que se refiere al palo de leña… ¡¿No cierto?! Para que no me venga con eso de tengo la mente cochambrosa.
– ¡Ja ja ja! Esta vez sí me refiero a otra cosa, para calmar las penas compadre, jeje.
– Mmm… ¡Compadre cochambroso!