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La tremenda audiencia después de la competencia

por Andres Ortega

– ¡Audiencia pública! ¡El tremendo Juez de la Tremenda Corte va a resolver un tremendo caso!

– Muy buenas secretario.

– Muy buenas señor Juez. ¿Cómo está usted hoy de salud?

– Pues no muy bien que digamos; fíjese que el médico me ha dicho que tengo principios de Alzheimer.

– ¡¿Alzheimer?!… ¡¿Usted?!… ¡Pero si usted nunca se olvida de nada!

– ¿Y usted qué sabe de mi vida? ¡¿Quién es usted?!… Y, ¡¿quién soy yo?!

– Este…, yo soy el secretario y usted es el señor juez…

– Pues, entonces póngase cien pesos de multa.

– Pero… ¡¿Por qué señor juez?!

– ¡¿Por qué va a ser?! Para que ni usted ni yo nos olvidemos quién es el que manda aquí. Y ahora dígame qué caso tenemos para hoy.

– Un asambleísta que acusa a un prefecto de uso indebido de bienes públicos para promover la campaña electoral de otro asambleísta.

– Llame a los implicados en ese campañicidio.

– Enseguida señor juez: ¡Heeeenry Moreno!

– ¡Preeesente! Con la venia de la sala, sin ser fatuo ni sectario; quiero dejarle una gala al pelón del secretario.

– ¡Pero… Señor Juez! ¡Esta es una falta de respeto! ¡Póngale una multa!

– Esta bien, póngale quinientos pesos de multa y con eso cómprese una peluca. Ahora siga llamando.

– ¡Narciiiiisa Arboleda!

– ¡Aquí como todo día señor Juez! Bueno, no como todo día porque es la primera vez que ando en estas correrías.

– Pase y siga llamando, secretario.

– ¡Jaaaaimeee Guevara!

– ¡A la reja!

– Muy bien, creo que ya estamos todos. Ahora sí, díganme quién acusa a quién.

– Con su permiso, señor magistrado; en mi calidad de asambleísta y por tanto fiscalizador, tengo yo el honor de ser el acusador.

– Y yo voy a tener el honor de ponerle una multa si no se deja de tanta pompa. Ahora dígame: ¿De qué acusa usted?

– Pues, yo acuso aquí al señor prefecto y a la señora presidenta del Patronato de utilizar todo el aparato del GAD provincial para promover la campaña electoral en favor de su movimiento político y de sus candidatos a la Asamblea Nacional.

– ¿Está usted seguro de lo que denuncia?

– Completamente, señor Juez. Y estoy más que seguro que éste será el fin de su gestión, por cuanto las pruebas son claras y contundentes para la destitución del cargo de las dos autoridades.

– ¿Y usted qué dice señor prefecto?

– A mí no me preocupan las denuncias de este caballero, que aunque ponga tanto esmero, eso no me quita el sueño y presentaré las respectivas pruebas de descargo. Porque mientras otros se preocupan de hacer figuritismo político, yo estoy preocupado en hacer obras.

– ¡¿Y quién está haciendo aquií figuritismo político?!

– ¡Usted! Que ha pasado cinco años en la asamblea sin hacer nada.

– ¡¿Sin hacer nada?! Y le parece poco haber contribuido con treverenda “ley humanitaria” para despojarles de sus derechos a millones de trabajadores, y en plena pandemia… ¡Eso no hace cualquiera!

– Bien dicen, señor Juez, que la vaca se olvida que fue ternera. ¡¿Acaso a este señor no le ayudó cierto gordito para llegar a la Asamblea?!

– Bueno, bueno… ¡Orden en la sala! Y dejemos este caso para audiencia el próximo 15 de los corrientes. Ojalá con este Alzheimer no se me olvide.

– Para eso estoy yo para recordarle señor Juez.

– Pues recordarame también de ponerle otra multa, así voy afilando la memoria… ¡Eso es todo, señores!

– Ya era hora, compadre Indiscreto, que dejemos este juego de jueces y acusados.

– En algo hay que entretenerse, compadre Ulbio. Pero esto de impartir justicia ya me dio hambre; así que mejor vamos, le invito a un volquetero.

– Vamos pues, compadre.

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