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Las telefiestas y el nuevo renacer

por Andres Ortega

– Hola, compadre Indiscreto… ¿Qué anda haciendo con ese catalejo?

– ¡Catalejo, catalejo! Este no es ningún catalejo, compadre Ulbio; este es un auténtico telescopio del siglo XIX.

– ¡Aaaah! ¿Y para qué lo quiere? ¿Va a haber eclipse o qué?

– ¡Qué más eclipse, compadre! Si ya todo está eclipsado… ¡Hasta las fiestas de Puyo quedaron eclipsadas por esta crisis sanitaria!

– Bueno, eso sí, compadre; pero, entonces… ¿Para qué es el telescopio?

– Pues, para ver las fiestas de Puyo, compadre; porque ahora son telefiestas, entonces necesito un telescopio.

– ¡Bah, compadre! Si para eso no hace falta más que internet. Para eso está la tecnología en vez de ese vejestorio.

– ¡Internet, internet! En la ida hay que tener glamour, compadre… ¡Pero usted qué va a saber de eso!

– Pues, enséñeme, compadre…

– Mire, como su nombre lo indica, telescopio significa: “mira-lejos”, o sea que es un instrumento para mirar las cosas que están lejos.

– ¿Y eso qué tiene que ver con las fiestas de Puyo?

– Que estas fiestas están muy lejos de ser unas fiestas, compadre.

– Pues sí, compadre; esta crisis ha sido realmente un golpe a la unión de nuestro pueblo.

– ¡Qué “unión de nuestro pueblo”! Si las fiestas no han sido más que un pretexto para las borracheras, peleas y polémicas…

– ¿Acaso no piensa usted en la felicidad de la gente?

– ¿A poco cree usted que las fiestas hacen felices a nuestros conciudadanos? ¡¿Cuánta gente ha terminado siendo feliz después de cada fiesta?! ¡Nadie, compadre! Más bien esta crisis puede dejarnos una buena lección de lo que es la hermandad y la solidaridad… ¡Ese es el principio de la felicidad! Y no la borrachera generalizada que solo trae malas consecuencias.

– Mmmmm… Creo que tiene toda la boca llena de razón, compadre.

– Mire, compadre; las dichosas fiestas solo han sido utilizadas por politiqueros incapaces y faltos de creatividad para utilizar los recursos del pueblo en hacer una verdadera obra social que eleve el nivel de vida de la gente.

– Por eso estamos como estamos, compadre; en el retraso absoluto.

– Así es, compadre. Habrá una fiesta, una verdadera fiesta en todos nuestros corazones, y cada día será de fiesta cuando ni uno solo de nuestros niños se acueste a dormir con hambre.

– Sí, compadre; la prueba de que las fiestas no generan ningún entusiasmo entre la gente es que casi nadie hizo caso al llamado de embanderar su barrio. Y ahora hasta a la Reina le han prorrogado sus funciones.

– Ese es un hecho que lleva a muchas reflexiones. Por ejemplo, la actual Reinita ha alcanzado tal dignidad en un punto importantísimo de la historia, y es una anécdota que las puede transmitir a las futuras generaciones; pero a la vez es una gran oportunidad para darle al reinado un significado mucho más grande y trascendental que el aspecto meramente decorativo que actualmente tiene.

– ¿Quiere decir que la reina puede ser una especie de autoridad o funcionaria?

– Exacto, pero con un carácter social, no politiquero; convertirse en una institución útil a la sociedad.

– Oiga, compadre; esta desgracia que estamos viviendo, yo creo que al final también nos va a traer cosas nuevas, grandes cambios.

– Pues claro, compadre. Desde ya está trayendo grandes cambios, como el despertar de la creatividad de la gente para que las cosas se den, buscando los medios y las formas para que sucedan nuevas cosas… ¡Estamos potenciando la inteligencia que ha estado escondida durante mucho tiempo!

-¡Me alegra su optimismo, compadre!

– No es optimismo, compadre, es realismo. Yo creo que la gente va a alcanzar un nivel mayor de conciencia y se va a dar cuenta de que no necesita intermediarios para que le den haciendo las cosas.

Empieza un renacimiento de la humanidad en el que se expresará su verdadero potencial.

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