Por: Guido Calderón
Mi sorpresa era telúrica. Ingresaba al “Parque Nacional” por vía asfaltada rodeada de un bosque inmaculado, por un túnel de árboles intocados, salvo por los rótulos de manejar despacio y no atropellar a los osos.
Al final de la vía llegué al corazón del colosal parque. Había un hotel de lujo, parqueo para coches y buses, zona de campers; centro comercial, donde sobraba comida y se vendía equipo de camping y pesca que requerían permisos; y acompañantes en caso de la caza. Vi gente de todas las edades, parejas jóvenes con bebes, muchachos bañándose en el rio, ancianos tomaban fotos a la cascada más alta de Norteamérica en el alma del Yosemite Park. Contrario a lo que se publicita, aquí existen muchas reservas naturales de extremada belleza y muy cuidadas, donde sus ciudadanos ingresan, conviven, las aman.
En Ecuador el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, imaginariamente cubre el 20% de la superficie del país, pero en la realidad no llega ni al 10%. Todas estas áreas vedadas a la mayoría de ecuatorianos, han sido invadidas sistemáticamente por gente que reclama todo tipo de derechos. El Parque Yasuní en estos días es depredado en busca de madera de balsa, que algunos dirigentes obligan a las comunidades a vender a 3 dólares la troza que en el mercado negro vale USD 10 Agotada la balsa, van por las maderas nobles, ya que el camino y el comprador están presentes todo el tiempo, sobre todo en Pastaza y Morona Santiago. El negocio es redondo, ninguna autoridad puede ingresar y constatar, ya que invaden territorios ancestrales o de pueblos no contactados, lo cual es un hermoso cuento: ninguna cultura sobrevive aislada; de hecho, estos territorios están invadidos de sembríos clandestinos de coca. El Parque Nacional Sangay, Patrimonio de la Humanidad desde 1988, fue atravesado por la carretera Guamote – Macas y desde entonces el tráfico de tierras no para, hay caza y comercialización de animales casi extintos. La tala es diaria.
La Constitución que daba derechos a la naturaleza, causa risa a los traficantes. Desde su vigencia, han tenido los mejores años taladores y cazadores ilegales. Hasta hace una década, caminar por la selva cercana a ciudades amazónicas, era un encuentro mágico con monos, pavas, armadillos, guatines; la nueva Constitución, decretó su extinción.
Los países vecinos, impulsan propuestas de turismo de naturaleza, por la alta demanda de y buscan eliminar sus debilidades: pésimas vías de acceso, hospedajes de poca calidad, mala comida, falta de servicios higiénicos y la tergiversación de lo “cultural”, que en Ecuador algunos candidatos equiparan con pobreza, estancamiento, ausencia de medicina moderna, penalización de la tecnología; y ven a la gente de ciudad, como invasores a una forma de vida que desaparece. El Estado los abandonó en nombre de lo “ancestral”.