– ¡Qué raro, compadre Indiscreto! ¡Todo está en calma! Más parece que por fin se acabaron los malos tiempos de conflictos, sicariatos, y muertos por las calles. Parece que hemos vuelto al Puyo de antes.
– Usted siempre anda impresionado, con tanto tatuaje que tiene, impreso le virgen, impreso una calavera, impreso el nombre de la ex, impreso que tan tendrá por todo lado, jeje. ¡Si ya hasta parece mural de Guayasamín! Con tanto dibujo raro.
– Yo estoy hablando en serio, compadre… Algo me huele mal.
– ¡Ya ve por no bañarse, compadre! Todo le huele mal a usted.
– No, compadre; me refiero a esta aparente calma que siento…
– Bueno, agradezca que por lo menos siente esa aparente calma, porque a su edad ya no debería sentir ni la calma, jeje. Pero esa aparente calma no significa que ya se acabaron los problemas, solo que están dando una tregua, un compás de espera, para luego cogernos nuevamente desprevenidos.
– ¡¿En serio cree eso, compadre?!
– ¡Claro pues! ¿No ve lo que pasó el domingo pasado? Dos tucos tacos de dinamita encontraron en las afueras de una casa y cerca de un templo santo. ¡Y no era una dinamita cualquiera! Sino de la poderosa; que si le hacían detonar dizque alcanzaba a quince metros a la redonda… ¡Figúrese nomás compadre!
– ¡Santísimo Cristo Redentor! Y, ¿contra quién estaría dirigida esa dinamita?
– Eso es lo que no se sabe compadre. Pero, por lo pronto, en la iglesia han suspendido los cultos, reuniones espirituales y todo. ¡Figúrese compadre! Dicen que era para hacernos un acuerdito, como quien dice: “aquí estamos”; para crear nerviosismo y sembrar el pánico.
– De unos secuestrados también escuché; dizque unos funcionarios de la Prefectura estaban retenidos.
– Bueno, eso es otro cuento compadre. No es por el sicariato, aunque si fuera lo miso. Fue el director administrativo de la prefectura y su conductor que los retuvieron en la comunidad de Villano, porque el prefecto ha sido de ir, pero como no fue, detuvieron a sus emisarios; porque no querían intermediarios sino dialogar directamente con el dueño del circo.
– ¡Ele! ¡¿Así sería compadre?! Y, ¿qué querían estos sicarios comunitarios?
– ¡Vaya usted a saber! Lo único que se sabe es que dijeron que no los soltarían hasta que el prefecto se presente personalmente en persona a la comunidad de Villano.
– Me imagino que el señor prefecto fue corriendo inmediatamente. ¡No faltaba más! A precautelar la integridad de sus funcionarios.
– ¡Nada de eso, compadre! Por el contrario, se portó bien parado. Inmediatamente respondió que él no está para chantajes, amenazas, ni presiones de ninguna clase. Que esa no es la forma de conseguir favor alguno. Que, si algo quieren, que vengan y serán recibidos en audiencia como todo buen cristiano.
– Me parece bien compadre. Hay que hacerse respetar como autoridad. Así sea un disparate, yo si le aplaudo al prefecto; no hay que dejarse por nadie. A fin de cuentas, estos funcionarios, si nada hacen, igual da que estén aquí como que estén allá, aunque sea por unos instantes.
– ¡No diga eso compadre! Ese no fue el sentir del prefecto. La integridad de las personas es importante en cualquier momento. ¿No ve que se preocupan sus esposas, amigos y familiares? Ahora, como por usted no se preocupa nadie, que si lo secuestraran agradecida estuviera la comadre, jeje.
– Bueno, bueno. Al fin, ¿cuál fue el desenlace? ¿No fue el prefecto a pagar el rescate?
– ¡Nada de eso, compadre! El prefecto más bien les envió un mensaje: que si no los liberaban inmediatamente, metía a los dirigentes a la cárcel. Porque el rapto de personas es un delito y que ya la denuncia estaba puesta donde usted ya sabe.
– ¡Ah, chuta!
– Eso, por un lado. Y, como estamos en estado de excepción, esas cosas no se hacen, puesto que las fuerzas del orden tienen toda la potestad de ingresar a cualquier parte y sin permiso de nadie y… ¡ahí se jodió la cosa, compadre!
– O sea que casi arde Ucrania también por acá.
– Así es, compadre. Entonces les llamaron a decir que: ¡o los liberan o les sacamos el aíre! Lo cierto es que ya los dejaron libre ese mismo día por la tarde.
– Y, hablando de estado de excepción, un mes más desque ha extendido el presidente. Por mí que dure toda la vida para seguir respirando este ambiente de paz.
– ¡Pero, ¿de qué paz me está usted hablando, compadre?! ¡Mejor calle! ¡Si su mujer lo tiene peor que pelota de básquet! A veces rodando en el piso y otras veces rebotando por los aires. – Ay, compadre; lo que pasa es que en mi casa nadie se acuerda de declarar el estado de excepción.