Autora: Abg. Paulina Guevara
Hoy, mientras ingresaba a la Corte de Justicia, pude observar una de las imágenes más sinceras y desgarradoras de amor. Una madre sollozaba por su hijo, se abrazaba a sí misma sujetándose el pecho como tratando de darse consuelo y profería en el suelo en voz alta “mi hijo, mi hijo ¡No Dios, a mi hijo no por favor!”… Al acercarme a preguntar qué había sucedido, me manifestaron que su hijo había sido sancionado por un ilícito, no quise indagar más en el tema y me retiré.
Esta “casi” obra dramática observada, quedó plasmada en mi mente y me obligó a reflexionar hasta lo más profundo de mi ser: Una madre gritaba, sollozaba, no entendía ¿por qué su hijo, por qué? Mientras caminaba recordaba y analizaba el amor que solo una madre nos puede dar.
El amor de una madre, es el amor más puro y sincero que tendremos en nuestra vida y quienes tenemos la dicha de tener una madre viva todavía, aún tenemos la oportunidad de recibir ese amor, porque el amor de una madre no juzga, no daña, no impone, simplemente está presente, siempre, en las buenas, en las malas y en las peores, porque una madre no te critica, te enseña; no te juzga, te reprende; una madre no te abandona, te acompaña.
Sin embargo, muy pocos reconocemos el amor de nuestras madres y nos hemos convertidos en unos ingratos, creyendo que nada más con regalarle flores el día de su onomástico hemos cumplido con nuestra cuota de amor, y no es así. Si tenemos una madre, primero debemos dar gracias a Dios, por la bendición más grande que es tenerla con vida y después darle las gracias a ella por su paciencia, por su sabiduría, por su aguante y por sobre todas las cosas, por su fe en nuestros proyectos, en nuestras metas en nuestro futuro. Por jamás desconfiar de nuestro potencial y por simplemente estar allí, a nuestro lado, acompañándonos y llenándonos de fortaleza.
Ahora con la edad, comprendo el verdadero amor que siento por mi madre y quiero replicar esta historia para que ese sentimiento sea transmitido a cada uno de ustedes y el día de hoy abracemos a nuestras madres, las valoremos y les demos las gracias por darnos todo, a cambio de nada…