– Oiga, compadre Indiscreto. ¿Cuál es el pájaro que hace siempre sus nidos en las iglesias?
– Pues, el Ave María, compadre Ulbio.
– Bien, compadre, usted sí que es un pájaro de alto vuelo.
– ¡Cuidadito, compadre! Que no es lo mismo decir “pájaro de alto” vuelo, que el “pájaro de tu abuelo”.
– Bueno, compadre. Y, ¿cómo se les llama a los amantes de los pájaros?
– Pues por teléfono, compadre; y si están por ahí cerca nada más les echa un grito.
– No me entiende usted, compadre; me refiero a cómo se les dice a quienes estudian a las aves. ¿Pajarólogos?
– No, compadrito; se les llama ornitólogos.
– Esos no son los animales raros de los que me hablaba usted el otro día.
– No, compadre; los ornitólogos también son raros, pero el animal raro del que yo le hablaba el otro día era el ornitorrinco, porque es mamífero, pero pone huevos, no tiene mamas, tiene pico y patas de pato y además es venenoso.
– ¡Chuta! ¡O sea que ese pobre animal es toda una mezcolanza!
– Así es compadre, más parece que fueron hechos con las sobras de otros animales.
– Bueno, volvamos a los pájaros. ¿Dónde se encuentra la mayor parte de los pájaros?
– Pues, entre la cabeza y la cola, ahí está la mayor parte del animal.
– No, compadre; yo me refiero a dónde hay más abundancia de pájaros.
– Bueno, bueno… ¿Y por qué anda usted preguntando tanto sobre pájaros? ¿Acaso quiere convertirse en ornitólogo o qué?
– No tanto como para volverme ornitorrinco… o como se diga; solo quiero ser como el señor presidente del barrio Obrero, que por iniciativa propia hasta ha organizado un bingo para recaudar fondos y así mejorar el paseo turístico del río Puyo.
– Esa no me la sabía. ¿Y cómo así ah?
– Dice que le encantan los pajaritos que quiere tener uno en la mano siempre.
– Con que no se vuelva codicia, nada más. Con razón tiene su mechoncito pintado en el cabello, ha sido en honor a los pájaros.
– Y además quiere instalar comederos para que cada turista que llega les dé de comer a los pajaritos…
– Siempre y cuando el turista tenga el mismo gusto por los pajaritos, y éstos a su vez no se vuelvan holgazanes y se acostumbren a dejar de procurarse el alimento por su cuenta, rompiendo así las leyes de la naturaleza.
– No sea negativo compadre; usted siempre buscándole la quinta pata al ornitorrinco. Está bien que las personas hagamos conciencia en defender nuestro entorno natural.
– Tiene toda la boca llena de razón, compadre. Durante tanto tiempo hemos destruido nuestro ambiente natural, y ahora nos toca defender lo poco que nos queda; porque el turismo puede ser una mejor forma de desarrollo económico en lugar de andar talando árboles a diestra y siniestra.
– ¿No ve, compadre? Por eso estoy interesado en saber más sobre los pájaros.
– Bueno, entonces pregunte nomás. ¿Qué otra cosa quiere saber sobre los pájaros?
– ¿Qué pájaro puede saltar más alto que un árbol?
– Mire, compadre; cualquier pájaro puede saltar más alto que un árbol… ¡¿Qué no ve que los árboles no pueden saltar?!
– No se me había ocurrido mirarlo desde esa lógica.
– Pues, tiene que mirar las cosas con lógica y no se me vuelva como mi amigo el Telmo, que cada vez que llega a su casa pasado de copas le grita a su mujer: “¡Golondrina hip… hip… ábreme la puerta, pichoncita, ábreme hip..hip… la puerta; gorrioncillo pecho amarillo, ábreme la puerta hip… hip…!”
– Entonces la señora se ha de sentir halagada.
– No, porque cuando ella ya le abre la puerta, él la ve y le dice: ¡¿Y por qué no me abrías rápido COTORRA?!
– ¡Chuta! Pero al menos se ve que su amigo Telmo también es ornitorrinco.
– Ornitólogo, compadre; se dice ornitólogo. Y ese que va a ser ornitólogo, a lo mucho pajarero. Pero bueno; felicitemos al señor presidente del barrio Obrero y a todos los moradores de dicho sector por su iniciativa. Por eso vamos hacia allá a pegarnos unos volqueteros.
– ¡Pues vamos, compadre! ¡Quién dijo miedo!