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Muerte y vida del turismo

por Andres Ortega

Por: Guido Calderón

Turista es quien utiliza servicios turísticos que crean empleo y bienestar a las ciudades a través de impuestos y propinas. Pero como turista se contabilizó al viajero, caminante, romeriante, aventurero, comerciante, migrante, mochilero, excursionista, peregrino y malabarista extranjero, para inflar cifras. En la OMT los venezolanos son el principal “turista” de Ecuador. Los que llegan y no generan beneficios sociales, no pagan impuestos, no son turistas.

Está en terapia intensiva un ecosistema que abarrota aviones, buses, barcos, hoteles, al tope y al menor precio. Saturamos calles, malecones, senderos, paisajes. Contaminamos con basura, plástico, visual y emocionalmente. Caminamos entre carteristas y ladrones. Turistas robados, estafados y asesinados son solo un porcentaje.

Con la agonía del modelo se pierden 120 millones de empleos, cae un 80% del ingreso de 1,7 billones anuales y un 70% de los servicios turísticos formales van a la quiebra en los siguientes meses. A cambio se frena el calentamiento global, Barcelona y Venecia lucen igual de vacías que el centro de Quito, el malecón de Guayaquil y Galápagos.

No hay conciertos inundados de drogas. Las playas están limpias. Los buses repletos de muertos están inactivos. No hay romerías de culto al trago. No llegan adictos a Baños y Montañita. Para muchos el mundo hoy está mejor.

Del masivo ahora pasamos al turismo exclusivo. 90% de los rebrotes en España se dan en espacios cerrados, por lo que ahora se valora la naturaleza, el viento de aire puro, restaurantes de diseños abiertos, habitaciones amplias ventiladas, panorámicas. La periferia, el campo, lo rural, son la resurrección de los viajes, atendidos por gente que supere la mentalidad de pobrecito, la victimización y muestre con dignidad los horizontes que nos receta el psicólogo; también requieren créditos de verdad, no propaganda vestida de ley.

Las reservas de hoteles y villas rurales superan las de playa; las de hoteles de ciudad caen; y las reservas directas crecen más que a través de intermediarias.

Ecuador con dos ministras a cargo de los servicios de hospedaje, alimentos y bebidas, no logra un acuerdo entre ellas ni ningún apoyo al sector, que ya entró en la quiebra amarga y silenciosa. Tampoco hay sentido común. Los hoteles certificados no reciben ningún documento, cualquier hospedaje puede decir que cumple los protocolos de bioseguridad del Mintur, que son los únicos que hay, porque los del Ministerio del Interior, que controla cientos de hospedajes, no han sido publicados aún.

Los políticos siguen apostando al masivo, lo vinculan a los votos, a las elecciones, ofrecen un turismo intensivo, contaminador y por ahora, muerto; ante gremios débiles, derrotados, sin espíritu político y una academia que masificó graduados como pollitos en avícola. Tranquilos, en el 2022 volverá el turismo masivo.

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