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Nuestra esperanza anda hoy en bicicleta

por Andres Ortega

– “Yo te daré bicicleta, ay! caramba;

yo te daré bicicleta, ay! caramba.

Aunque tu mamá no quiera, ay caramba,

yo te daré bicicleeeeta…”

– ¡Pero mire nomás, compadre Indiscreto! ¡Qué cosas anda cantando! Eso me recuerda a las barras de mi colegio.

– ¡Exacto, compadre Ulbio! Le estoy cantando una barra a nuestro nuevo ídolo: ¡Richard Carapaz!

– Estoy de acuerdo con usted compadre; por lo menos tenemos un motivo para sentirnos orgullosos de ser ecuatorianos.

– Así es compadre; por eso lamentamos tener que comunicarle al señor Gerardo Morán que ha sido destronado; porque ahora el más querido es Carapaz.

– Claro; porque es un verdadero triunfador, porque ha puesto muy en alto el nombre de nuestro país a nivel mundial, a pesar de no haber recibido apoyo por parte del Estado ecuatoriano.

– ¡Pero cómo va a recibir apoyo del Estado ecuatoriano! No ve que el Estado ecuatoriano tiene ya demasiado apoyando a tanto pícaro… ¡¿A qué hora va a apoyar a nuestros deportistas, pues?!

– Pero eso no está bien, compadre; el Estado ecuatoriano debe apoyar a nuestros deportistas, porque Carapaz ha dejado sentado muy clarito que tenemos mucho potencial.

– Eso, compadre; tiene toda la boca llena de razón. Y debemos aprovechar ese potencial para hacer cosas buenas, y no solamente para ver cómo nos aprovechamos del prójimo.

– Eso sí, compadre.

– Además, lo más importante es que cuente con el apoyo de su familia.

– ¡¿De su familia dice?!

– ¡Claro pues! Ya me imagino a su abnegada y preocupada esposa gritándole antes de salir a la competencia: “¡Tendrás cuidado, mi amor! ¡Correrás despacio!”

– Jajaja; si corre despacio va a perder, pues.

– Lo importante es la intención. Por ejemplo; yo creo que usted está muy bien preparado para una maratón.

– ¡¿Yooo?!… ¡¿Y cómo así pues?!

– Por todo lo que le corretea su mujer, pues. Yo creía que le estaba maltratando, pero viéndolo bien, creo que más bien le ha estado entrenando.

– Calle nomás, compadre; ni le cuento lo que me pasó el otro día por andar de ciclista, queriendo imitar al Carapaz.

– ¿Qué fue lo que le pasó, compadre? A ver, cuente…

– Pues, resulta que me puse mi traje deportivo, cogí mi bicicleta y… sorpresa la mía que cuando salía del garaje me di cuenta de que llovía torrencialmente. Estaba toda la calle inundada y un viento gélido soplaba.

– ¿Y entonces qué hizo?

– Volví a entrar en el garaje a dejar la bici. Subí de nuevo al cuarto, me desvestí silenciosamente y me deslicé dentro de la cama. Despacito me acurruqué contra la espalda de mi mujer, y le susurré al oído: “¡El tiempo afuera está horrible!”

– ¿Y ella qué le dijo?

– Ella me contestó medio dormida: “Ya lo sé. ¿Puedes creer que el zonzo de mi marido se ha ido a andar en bici?”

– Vaya pues, compadre. Usted sí que ya no tiene remedio… Mejor no opino al respecto; porque si hubiera olimpiadas para zonzos…

– ¡¿Ganaría la medalla de oro?!

– ¡No! Perdería por zonzo.

– Bueno, compadre; no importa que mi insulte; porque hoy mi autoestima está muy elevada. Me siento orgulloso de ser ecuatoriano.

– Está bien compadrito. Ojalá este triunfo inspire a todos los ecuatorianos, especialmente a los políticos, para que vean que las buenas cosas vienen con esfuerzo y dedicación, y apoyen no solamente al deporte, sino también a la salud, a la educación y a la cultura, áreas que también están venidas a menos.

– Usted sí que habla con sabiduría, compadre. ¿Por qué mejor no se hace político usted y cambia las cosas?

– Por la sencilla razón de que, al igual que usted, estoy hecho de tinta y no puedo despegarme del papel.

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