Por: Edwin Mosquera G.
Se ha prostituido tanto el concepto de obra pública que paso de ser es algo manifiesto, notorio y visto o sabido por todos.
La noción también refiere a aquello que pertenece a toda la sociedad y que, por lo tanto, es común del pueblo (c), a convertirse en el rumo se cemento mal decorado, con cierto brillo momentáneo pero arreglado de manera figurativa para que con bombos y platillos sea inaugurado, pues si, se inaugura un baño con lavamanos, un masetero viejo que se pintó y hasta un muro de gaviones sobre un riachuelo con bombos y platillos.
Hay que reconocer que desde la implementación de las normas de control en la contratación pública el astuto del cabildo se dio cuenta que no se gana la tajada en las obras porque ya se concursa, pero si se gana en las consultorías que son a dedo, entonces como dirían los Romanos, pan y circo al pueblo para tenerlo entretenido, mientas inauguro una huachimania de cuatro paredes, la noche anterior ya se asignó la consultoría que devengara uno o que otro auspicio político.
Llego la hora de ponerse la máscara con la sonrisa amigable para ganar uno que otro votito o de tener la frente en alto y retirarse no más a la casita a sabiendas que serán conmemorables las cagadas realizadas, que con patadas de ahogado sigue hasta el último esperando talvez otra vez el milagrito de un par de votos más o un par de votos menos. Ps. Pasa el tiempo y cada vez los honest men son menos, parece que quien comió ya se retiró.