Por: Mihaela Badin
Quién nos iba a decir que iríamos embozados por decreto hace apenas un año. Y que nos íbamos a acostumbrar a este mal; hasta a exigirlo a otros por miedo, por puro civismo o incluso por el afán de policía sin placa. La mascarilla ha hecho ciertos cambios en la forma de relacionarnos, porque su uso ahora se considera respeto.
Con el uso generalizado de la mascarilla, los ojos han cobrado más importancia. La ironía de esta nueva realidad es que las mascarillas, utilizadas históricamente para esconder, dejan al descubierto nuestra más vulnerable y poderosa expresión: la mirada.
Se dice que los ojos son el espejo del alma. Y es que a través de la mirada podemos llegar a transmitir todo aquello que no decimos con palabras. Ahora que nos vemos obligados a llevar mascarilla, el dicho cobra más relevancia que nunca.
En la película “El secreto de sus ojos” (2009) hay una frase premonitoria a esta nueva realidad: “los ojos hablan”. Y, esta sociedad que evitaba el contacto visual para refugiar la mirada en la pantalla, volvió a verse. Porque buscó una respuesta, una mirada cómplice, un refugio, un simple guiño o una sonrisa. Desde hace un año, los ojos se volvieron el canal de comunicación más poderoso de esta nueva era.
Fue Gustavo Adolfo Bécquer quién escribió: “el alma que hablar puede por los ojos, también puede besar con la mirada”. O Brian Weiss quién dijo: “cuando mires a los ojos a otra persona, a quien sea, y veas tu propia alma reflejada, te darás cuenta de que has alcanzado otro nivel de conciencia”. O Robert Bresson quien afirmó: “dos personas que se miran a los ojos no ven sus ojos sino sus miradas.”
Una nueva realidad nos trajo nuevos desafíos y, entre ellos, descubrimos cómo habla la gente con su mirada.