– ¡Compadre Ubio! ¡Me sosprende! ¡¿Usted almorzando en un restaurant?! ¡¿Acaso se divorció?! ¿Me lo votaron de la casa? O ¿su mujer está enferma? ¿Cómo así ah?
– ¡Ele que’s pues, compadre Indiscreto! ¿O sea que uno no puede darse un gustito de vez en cuando? Que enseguida viene la crítica.
– Pero, en usted sí que es raro, nuca se lo ha visto. Si es de los que salen agachaditos del trabajo a comer en la casa; que ni a un volquetero se quiere invitar, porque la mujer le pega si llega tarde.
– Calle compadre, deje de murmurar que la gente le escucha. Mejor siéntese, ya que ha venido, para que me haga el dueto y de paso le cuento lo que pasó.
– A ver compadre; cuente, cuente.
– Verá compadre, empecemos desde el principio; cierto día a mi señora le invitaron a una fundación que han creado, dizque para ayudar a los pobres, y como mi señora ya la conoce, que es capaz de quitarse la cuchara de la boca con tal de dar de comer a los pobres…
– Bueno, eso sí; pero ni le duele quitarle la cuchara de la boca al pobre de usted.
– El caso es que ella se integró a esa fundación. Pero. yo que como siempre averiguando y averiguando, me llego a enterar que la tal fundación solo era un pretexto para apoyar a un futuro candidato.
– ¡¿En serio?! ¿Y qué hizo?
– Así que le saque a mi señora de ahí para que no se preste a esas burlas. Antes me hizo caso, de las pocas veces que me escuchó y eso porque no le gusta la política.
– Bueno, ¿y luego de eso qué pasó?
– Luego asoma con el cuento que se ha integrado en un grupo de damas voluntarias, que sin ningún interés están haciendo obras de solidaridad.
– Y también le sacó de ahí… ¿Verdad?
– Eso le dije; pero se me puso al brinco. Me dijo que este grupo no tenía que ver nada con política, que lidera doña Alexandrita, que ella es muy buena y lo único que quiere es ayudar al que no tiene.
– O sea que de ahí si no pudo sacarla.
– Pues allí está, dizque haciendo obras de caridad con actividades para sacar fondos. El otro día vino con diez tarrinas de colada morada y que yo tenía que apoyar. Le dije que por lo menos era que traiga con guagua de pan. Me dijo que eso ni lo piense, para que más guagua que ella.
– Así que están muy activas…
– Ahora vuelta, y con el mismo objetivo, han organizado un mercado de pulgas…
– Pero… ¡¿A quién le interesa comprar pulgas?!
– No se haga, compadre. Me refiero a una de esas ventas de garaje. Así que toda la semana me ha tenido abandonado; que hay que recoger las donaciones, que clasificar, que empaquetar, que esto y que lo otro.
– Bueno, se ve que anda muy entretenida.
– Figúrese que hoy se levantó de madrugada y ni el desayuno me dejó haciendo, porque era el día de la gran venta. Y así con ese pretexto se salió de la casa. Y ya pues, como ya eran las dos de la tarde, yo estaba con un haaambre, que la más grande se come a la más chica y hasta la solitaria que se revolvía en mi estómago, y ella nada de asomar.
– Entonces, ¿qué hizo?
– Decidí salir a buscarla y ¿qué cree, compadre?
– ¡¿Qué?!!!
– Yo que llego ha estado un gentío de gente. No había dónde poner un píe, todo un alboroto. Y la gente que Alexita para arriba, Alexita para abajo, que santito dónde te pondré, tantas alabanzas que ya me entraron dudas compadre.
– Ajá… mmm… Ya presiento por dónde va el asunto.
– Para colmo llegan unos periodistas, dizque para hacerle una entrevista y que Alexita, así, Alexita asado. ¡Campeones para echar flores! Y la señora que se pasa con un tremendo discurso que los deja con la boca abierta.
– El nacimiento de una nueva candidatura.
– Sí, y para colmo, en medio de tanta gente ha estado un borrachito, que se emociona y termina gritando: “¡Viva nuestra futura prefecta!” …. Y yo, ni corto ni perezoso, le sigo la corriente y grito con aplausos: “¡Que viva!!!”
– ¡¿En seriooo?!
– ¡Ele, compadre! Dicho eso, mi mujer me regresa a ver con una caaara, que para que le cuento. Me dijo: “Lárgate de aquí! ¡No me vengas a hacer quedar mal delante de mis compañeras! ¡Y verás donde comes que yo ni agua te he de dar!
– Chuuuta, compadre… ¿Qué le he dicho yo? La política es así de ingrata.
– Bueno, y aquí estoy compadre; pegándome esta sopita. Pero eso sí, pensando que, si lo que dijo el borrachito, era porque algo sabía o presagió de mal agüero; pero la duda no se me despega compadre… ¡Ay compadre! que Dios nos libre de los intereses disfrazados de bondad…
– Mejor diga compadre, que Dios lo libre de la que le espera en la casa, jeje.
-Eso también, compadre; eso también….